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miércoles, 21 de noviembre de 2018

Un lapo republicano y golpista

La sesión histórica del Congreso de esta jornada la cerró nuestra querida institutriz, como ella misma, Ana Pastor, la presidenta de esa institución, ha confesado públicamente que así la denominan en privado entre ellos algunos diputados. No se le ocurre otra cosa a Ana Pastor que anunciar en público la orden de retirar de las actas de la sesión los calificativos de “fascista” y de “golpista”. Y tampoco es eso, oigan, porque si algunos diputados los han dicho, reflejados deben quedar, y también quiénes son los que los han pronunciado. Lo demás, es manipulación de unas actas, y eso debe saberlo nuestra institutriz.
La presidenta del Congreso, y no es de extrañar, se ha sentido ruborizada y avergonzada por el lenguaje de algunos diputados, desde luego nada modélicos, a los que ella, como buena institutriz, tutela. Pero, eso no debe ser óbice para que esos calificativos y quienes los pronunciaron no figuren en las actas, pero es que no quiere ella que dentro de cien años nuestros descendientes puedan ver el lenguaje que se utilizaba en el Congreso de los Diputados.
Y no es eso, coñe, no es eso. Si así lo dijeron “sus señorías” así debe quedar reflejado. Es parte de la Historia y no es obligación –tampoco hay necesidad de ello-, ni desde lejos, que la institutriz blanquee la Historia. No tiene sentido. Es como si el presidente del Congreso el día del 23F borrara de un plumazo de las actas del Congreso –paradójico- la irrupción en el Hemiciclo, pistola en mano, del exteniente coronel Tejero. No sería cabal. Si los hechos se han producido, estos no van a variar porque la presidenta-institutriz los haga desaparecer de las actas. En tiempos pasados puede que fuera fácil tergiversar la Historia; ahora, hay demasiados medios de comunicación, y muy variados, como para poder borrar los hechos.
La equivocación de la institutriz ha sido “gorda” y pública; nos ha convertido a todos en notarios de su metedura de pata. No se equivocó, sin embargo la presidenta de las Cortes ordenando la expulsión de la sala del republicano de chicha y nabo, faltón y golpista, Rufián. Este mequetrefe, levantado de cascos, descerebrado del todo, más se merecía estar en el programa de Gualloming, con el mocoso Dani Mateo, que en el Congreso de los Diputados.
Una vez más, los republicanos estos de pacotilla han demostrado quiénes y cómo son. Tanto Rufián, que sí que es un rufián, pero ni mucho menos un señor, como el de la pelambrera electrificada, elTardá, han amenazado -¡jéjé!- con calificar de fascistas a todos aquellos que los llamen golpistas ¡jájá!, cuando en realidad ellos mismos son los fascistas y los golpistas a la vez. Así que en esas andaban en la sesión del Congreso enfrascados el ministro de los Exteriores, José Borrell, y elRufián, cuando la institutriz largó a este último de la sala de sesiones.
En efecto, se fue el pavo acompañado de su séquito, uno de cuyos miembros aprovechó al pasar junto a Borrell para soltarle un lapo ¡Guarrillo el tipo, sí; mal educado, también! El escupitajo no podía salir de otra boca que no fuera la del ugetista Jorge Salvador, quien, a su vez, fue el que el día de la Diada informaba a los secesionistas de los movimientos de los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado.
El escupitajo del mal educado y barriobajero ugetista traerá sus consecuencias. Por de pronto, un tímido apoyo del Gobierno a su ministro Borrell, sólo por no ofender a sus socios secesionistas por si en algún momento se deciden a apoyar los Presupuestos del elPK. José Luis Ábalos no vio nada. También el escupitajo ha hecho quedar en evidencia a la institutriz presidenta del Congreso. Y, evidentemente, ha quedado al descubierto el espíritu democrático y pacífico –el escupir es una forma de violencia- de los secesionistas-golpistas catalanes, que andan presumiendo por ahí de ser demócratas y pacíficos.