La sesión histórica
del Congreso de esta jornada la
cerró nuestra querida institutriz, como ella misma, Ana Pastor, la presidenta de esa institución, ha confesado
públicamente que así la denominan en privado entre ellos algunos diputados. No
se le ocurre otra cosa a Ana Pastor que anunciar en público la orden de retirar
de las actas de la sesión los calificativos de “fascista” y de “golpista”. Y
tampoco es eso, oigan, porque si algunos diputados los han dicho, reflejados
deben quedar, y también quiénes son los que los han pronunciado. Lo demás, es
manipulación de unas actas, y eso debe saberlo nuestra institutriz.
La presidenta
del Congreso, y no es de extrañar, se ha sentido ruborizada y avergonzada por
el lenguaje de algunos diputados, desde luego nada modélicos, a los que ella,
como buena institutriz, tutela. Pero, eso no debe ser óbice para que esos calificativos
y quienes los pronunciaron no figuren en las actas, pero es que no quiere ella
que dentro de cien años nuestros descendientes puedan ver el lenguaje que se utilizaba
en el Congreso de los Diputados.
Y no es eso,
coñe, no es eso. Si así lo dijeron “sus señorías” así debe quedar reflejado. Es
parte de la Historia y no es
obligación –tampoco hay necesidad de ello-, ni desde lejos, que la institutriz blanquee
la Historia. No tiene sentido. Es
como si el presidente del Congreso el
día del 23F borrara de un plumazo de
las actas del Congreso –paradójico-
la irrupción en el Hemiciclo, pistola
en mano, del exteniente coronel Tejero.
No sería cabal. Si los hechos se han producido, estos no van a variar porque la
presidenta-institutriz los haga desaparecer de las actas. En tiempos pasados
puede que fuera fácil tergiversar la Historia; ahora, hay demasiados medios de
comunicación, y muy variados, como para poder borrar los hechos.
La equivocación
de la institutriz ha sido “gorda” y pública; nos ha convertido a todos en
notarios de su metedura de pata. No se equivocó, sin embargo la presidenta de
las Cortes ordenando la expulsión de la sala del republicano de chicha y nabo,
faltón y golpista, Rufián. Este
mequetrefe, levantado de cascos, descerebrado del todo, más se merecía estar en
el programa de Gualloming, con el mocoso
Dani Mateo, que en el Congreso de los Diputados.
Una vez más, los
republicanos estos de pacotilla han demostrado quiénes y cómo son. Tanto Rufián,
que sí que es un rufián, pero ni mucho menos un señor, como el de la pelambrera
electrificada, elTardá, han
amenazado -¡jéjé!- con calificar de fascistas a todos aquellos que los llamen
golpistas ¡jájá!, cuando en realidad ellos mismos son los fascistas y los golpistas
a la vez. Así que en esas andaban en la sesión del Congreso enfrascados el
ministro de los Exteriores, José Borrell, y elRufián, cuando la
institutriz largó a este último de la sala de sesiones.
En efecto, se fue
el pavo acompañado de su séquito, uno de cuyos miembros aprovechó al pasar
junto a Borrell para soltarle un lapo ¡Guarrillo el tipo, sí; mal educado,
también! El escupitajo no podía salir de otra boca que no fuera la del ugetista
Jorge Salvador, quien, a su vez, fue
el que el día de la Diada informaba
a los secesionistas de los movimientos de los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado.
El escupitajo
del mal educado y barriobajero ugetista traerá sus consecuencias. Por de
pronto, un tímido apoyo del Gobierno
a su ministro Borrell, sólo por no ofender a sus socios secesionistas por si en
algún momento se deciden a apoyar los Presupuestos
del elPK. José Luis Ábalos no vio nada. También el escupitajo ha hecho quedar
en evidencia a la institutriz presidenta del Congreso. Y, evidentemente, ha
quedado al descubierto el espíritu democrático y pacífico –el escupir es una
forma de violencia- de los secesionistas-golpistas catalanes, que andan presumiendo
por ahí de ser demócratas y pacíficos.