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miércoles, 23 de febrero de 2022

Sonrisas y lágrimas

A punto de concluir el día de sonrisas y lágrimas y sin conocer todavía si Casado dimite ya o espera al martes para reunirse con la Ejecutiva Nacional o prolonga su agonía más allá todavía, a la celebración del congreso extraordinario. Las lágrimas sin consuelo lo fueron del vicesecretario de Comunicación Pablo Montesinos. ¡Menudo apipón se pasó el pobre durante los minutos que duró la intervención del todavía su jefe, Casado, ante el pleno del Congreso de los Diputados! Solo él, la diputada navarra Ana Beltrán y el diputado Antonio González Terol acompañaron al todavía presidente de laPepé a su salida del Hemiciclo. Instantes antes la bancada pepera aplaudía al todavía su jefe de filas, aunque el día anterior lo repudiaba. Bien es cierto que con su asistencia al Congreso y su breve discurso obligó al aplauso de los diputados, pero también estos, en un rasgo de valentía y consecuencia, y algunos de manifiesta deslealtad, podían haber optado por el mutis por el foro.

Casado no formuló la pregunta que estaba prevista a elBandido Prepotente, no merecía la pena, el que venga detrás que arree. Y se marchó. Se fue como lo hizo el expresidente Rajoy. La diferencia es que Rajoy era entonces presidente del Gobierno de España y Casado tan solo presidente del partido. Rajoy dejó su escaño vacío, custodiado por su vicepresidenta, y se las piró al bar a contarle las penas a Yony Walker. Casado se fue a su despacho del Congreso, acompañado por un puñado de fieles, dejando su escaño custodiado por la que él elevó a portavoz del partido en el Congreso, Cuca Gamarra, después de destituir a Cayetana Álvarez de Toledo. Por cierto, esta tuvo hoy su intervención más desafortunada ante los medios de comunicación: respiraba odio y rencor contra Casado. Se equivocó, no en sus sentimientos, sino en la exposición de los mismos. Escogió mal el día; además, ya los tiene todos plasmados en un libro. Esperemos el libro de Casado, en el que cueste su versión.

Las sonrisas, pues se las pueden imaginar. Las de todos aquellos del propio partido que no comulgaban con Casado, ni tan siquiera una hostia, los que, al final lo abandonaron de malas maneras. Sonrisas amargas. Y lágrimas que no vimos, como las del propio Casado, que todavía no comprende por qué se tiene que ir, "si no he hecho nada". Ese, precisamente, ha sido su pecado, que no hizo nada cuando tenía que haberlo hecho: poniendo orden en el partido, con coherencia, y no dejando todo en manos de quien lo ha llevado a la ruina, su secretario Egea, que todavía amenaza al partido con la incógnita de si habrá un tapao, frente al que se cree será, sin duda, el próximo presidente de laPepé, Feijóo.

Experiencia en mandar sí tiene el gallego, y la primera prueba de fuego ya se la tiene planteada la presidenta de la Comunidad de Madrid, Ayuso, con su ínclito asesor y guionista Miguel Ángel Rodríguez (MAR). La presidenta de Madrid ya tiene redactado el programa para las elecciones autonómicas de 2023 y elaboradas las listas de los candidatos. Esto sin contar con Casado, ni tampoco con su sucesor Feijóo. Además, continuará exigiendo ser la presidenta de laPepé en Madrid. Buen aperitivo para Feijóo. 

Entre lo penoso de todo este asunto, de esta terrible crisis de laPepé, aparte de las lágrimas, está la postura del expresidente Rajoy, que se postuló, incitó y animó a los diputados del grupo parlamentario a que firmaran el manifiesto contra Casado. ¡Qué poca categoría la de este hombre! Cuando es el culpable, realmente, de los muchos males no solo de su partido sino de los que aquejan a España. Tuvo la mayoría absoluta -¡Todo el poder en sus manos!- y no fue capaz de hacer nada de nada. Un verdadero inútil acomplejao.

No digamos ya del presidente del gobierno actual. ¡Un miserable! Despidió a Casado afeándole que lo había insultado en ocasiones. Depende de lo que considere un insulto. Pero lo más cínico fue anunciar, por su parte, que no convocaría elecciones ante la debilidad del contrario. No le hace un favor a laPepé, se lo hace a sí mismo, para no encontrarse, hoy por hoy, con Vox como principal partido de la oposición. Tiene miedo. Al menos Casado no ha llorado. Él sí, cuando lo destronaron por primera vez del partido.