Por respeto a las
canas, no merece ni calificar la acción de la anciana podemita que retiró la
bandera española de los escaños del Parlamento
catalán, a traición, de manera cobarde, en ausencia de los parlamentarios que
las colocaron; pese a su senectud, todavía quiso exhibir la señora su odio
irreprimible contra España y los
españoles, contra ella misma también. Con gente como esta a pocos sitios se puede
ir, prácticamente a ninguno, porque sus grandes valores son el odio y el
rencor. Ella sola se destapó, arropada por sus compañeros podemitas, y guarrillos cuperos, aliados de los golpistas.