Por más que lo baile o lo vocee –que ambas cosas le
han prohibido los asesores de imagen a elBailón
Iceta- no se pase apuro el del pesecé,
que lo hemos entendido, que no somos tontos, y él sabe bien lo que quiere.
Equivocó el hombre su profesión, su devoción o, si lo prefieren, la su
vocación. Es fácil imaginárselo con un hábito faldón, cíngulo y sandalias, lo
mismo bailando entre los cacharos de la cocina que encaramado al púlpito, con
alba y estola, en día festivo.