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jueves, 16 de julio de 2020

La banda criminal de los Pujjjol


El Palacio Real le inspira a Sánchez. Ya lo creo, ya. Por segunda vez se ha colocado al lado de la familia real para recibir los parabienes de las autoridades invitadas al funeral de Estado por las víctimas del coronavirus. No hay manera. Le tiene apego al sillón del Monarca, y no va a parar hasta conseguir arrebatárselo. En ello anda. Y tras él, el jefe de laPepé, Casado, que ya ha advertido que va a defender a Felipe VI a capa y espada, frente a los ministros del Gobierno socialcomunista que está tratando de tumbarlo.
Pero que no se piense Sánchez que lo va a tener fácil. No es Dios, pese a que su amigo Tezanos se lo quiera hacer creer; por el contrario, denostado el engreído presidente, tanto dentro como fuera de España. Velahí el resultado de las elecciones gallegas y vascas. En las primeras se lo zamparon los nacionalistas “benegos” y en las segundas tuvo un significativo descenso. Ahora dice el pollo que unas son las elecciones autonómicas y otras las Generales. Claro, cada uno habla de la fiesta según le va en ella. ¡Nos ha jodío!
Fuera, en el extranjero, ya está todo quisque convencido que si hubo alguien en el mundo donde se gestionó de manera demencial la crisis del coronavirus, y la consiguiente crisis económica, solo hay que volver la mirada hacia España, pero, claro, con la vista puesta en su Gobierno y, en particular, en su presidente: Pedro Sánchez, que no sabe todavía si vive en el día o en la noche más oscura, tras haber confinado cien días a todo el país.
Desde luego, que no se piense Sánchez que con el funeral por los fallecidos por el coronavirus ya lo arregló todo. Está pero que muy equivocado. Era algo que le debía el Estado a todas las víctimas, a todas. Lamentablemente, desconocemos a estas alturas la macabra cifra final, pero que, según todos los indicios, llegará, al menos, a los cincuenta mil fallecidos. ¡Se dice bien! Claro que Sánchez presume de haber salvado la vida a más de cuatrocientos mil compatriotas; por el contrario, por no actuar a tiempo, dejó morir a otros muchos miles.
Si el funeral acontecía bien de mañana, a las nueve, por la tarde la vida continuaba con sorpresa para la familia Pujjjol, la asociación criminal, el clan de los chorizos. El juez de la Mata, de la Audiencia Nacional, propone juzgar a los Pujjjol Ferrusola por formar una organización criminal, para enriquecerse durante décadas. Así que concluye en su instrucción el juez de la Mata que toda la familia  -desde Pujjol padre, expresidente de la Generalidad catalana, pasando por su esposa, laFerrusola y por todos y cada uno de sus hijos, sin excepción- aprovecharon su situación de privilegio para acumular un patrimonio desmedido “proveniente de actividades corrruptas”.
Parece que hoy todos los males nos proceden de Cataluña: aumentan de manera más que preocupante los casos de contagio de coronavirus, con Lérida a la cabeza, pero con la misma capital de la comunidad, Barcelona, acechada peligrosamente por el virus.
De otra parte, y de manera vertiginosa, se suceden los días de libertad y gloria para los butifarras del Golpe de Estado. Sin más dilación, los golpistas, que ni están arrepentidos de lo que hicieron –todo, lo contrario, lo volverán a intentar- ni van a pedir amnisitía, ni indulto porque no los necesitan, ya están en la calle. Desde mañana, y ya todos los fines de semana, podrán pernoctar en sus respectivos domicilios; durante la semana acudirán, acaso, a la prisión solo a dormir.
Para los Pujjjoles, una familia criminal, ni para los golpistas, unos delincuentes totales, existen barrotes que los retengan. Los Pujjoles han amasado una fortuna –ya veremos cuántos millones- de manera ilegal, pero no están en la cárcel, y los golpistas como si estuvieran libres. ¡Hay que ser catalán y chorizo para salir airosos y por las calles!