A poco menos de veinticuatro horas del debate de los
cuatro jinetes del Apocalipsis, y
por más que le doy vueltas al magín -como dirían los de antaño-, estoy
prácticamente igual que hace horas veinticuatro. Allí estaban ellos, cada uno
con lo suyo y lo de lo demás a medias tintas. Es decir que nada nuevo
bajo el sol de la noche histórica del trece de junio, y lunes; menos mal.
Mientras tanto, al otro lado de la mar oceánica, el presidente de los Estados Unidos de América -un inmenso jardín, eso es América- se despachaba declarando que el atentado de Orlando es algo casero, vamos que sin
mayor importancia. Total cincuenta muertos y otros tantos heridos, lo que si se
compara con la matanza de las Torres
Gemelas, para elObama de las
narices no tiene importancia.