Conviene aclarar, por un por si
acaso, que el Mont Blanc es el Mont Blanc, y sólo hay uno. Lo demás
son sucedáneos, que quisieran ser lo que no son y nunca podrán lograr ser. El Montblanc tarraconense –cambia mucho la
manera de escribirlo, y a partir de ahí se marca la diferencia- es un pueblo
que está porque en esta España nuestra
tiene que haber de todo, pero sus carnavales ni son famosos –aunque hoy se
hable de ellos- ni tienen gracia los que participan. No son andaluces, y sus chirigotas las realizan con mala leche o, mejor dicho, desde el
odio. Estos no saben jugar.