Claro que claro. La pena es no poder estar todo el tiempo, no digo ya en la tribuna de invitados del Congreso, sino en el sofá viendo y escuchando por la tele el debate, pero sin hacer ni puñetero caso a los comentaristas, que mejor se callaban. Sobre todo por ver algunos momentos y a algunos elementos. Sánchez, a lo suyo, sin mayor importancia; el comunista de extrema izquierda, elPabloManué, a lo suyo y a lo de los demás, que, si puede, se lo lleva para el casoplón de Galapagar; este era el que iba a barrer la casta, para ponerse él, por supuesto. Evidente. Ya lo hemos visto.