Los atentados yihadistas del viernes negro en Francia, Túnez y Kuwait me tienen
amedrentado. Y desde que el ministro del Interior
nos anunció que la alerta por terrorismo en España subía del 3 al 4, sobre cinco va uno por la calle poco menos
que acongojado, mirando para todas partes y personas. Es que no es broma, esa
elevación de un punto; estamos con el mismo nivel que se alcanzó cuando los
atentados del 11M. Pero, al igual que
entonces, sin saber qué hacer, excepto desconfiar de todo aquel que su cara no
nos suena, incluso ni eso, ya no nos fiamos ni del vecino.