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miércoles, 6 de diciembre de 2017

Defensor de los sanitarios

Estos del Defensor del Paciente parece como que hubieran perdido el oremus, es decir la sesera. A ver si se aclaran, hombre, que aquí los únicos terroristas que hay son los etarras, de elGordo Otejjji, y los yihadistas y, si se quiere, tanto como ellos, los que los apoyan o sencillamente no abominan de su amistad. Por lo demás, todos somos gentes normales, aunque algunos con más mala leche que otros, que se sacan delitos de donde no los hay, califican como les viene en gana y, si se tercia, hasta son capaces de dar carnés de demócratas. Son los que confunden la velocidad con el tocino
Ya digo, que estos del Defensor del Paciente han denunciado ante el Fiscal Superior de Castilla y León la figura del Interlocutor Policial Territorial Sanitario, nada más y nada menos que por delitos de "intimidación y represión". ¡Válganos el cielo! Porque consideran que tanto las autoridades policiales como las sanitarias dan a entender con la creación de esta figura que los pacientes son "auténticos terroristas".
La presidenta de esta Asociación, una tal Carmen Flores, considera que esta figura policial no es otra cosa que "un atropello" y una "locura" y que sólo "incitará a los pacientes y provocará altercados indeseados". Y ya. No repara laFlores en que esta figura ya lleva varios meses "funcionando" en varias regiones españolas y, que se sepa, todavía ningún paciente ha tenido que ser atendido por haber adquirido el síndrome o el complejo de ser un terrorista o de sentirse como tal, al menos en Castilla y León.
Da la impresión de que ni tan siquiera sabe la Asociación o, en su caso, la su presidenta, en qué consiste esto de Interlocutor Policial. Y cierto que ni la Junta de Castilla y León y otros gobiernos autonómicos le han dado la publicidad suficiente, ni han explicado el cometido del Interlocutor; tampoco, la Organización Médica Colegial. Pero muy poquito ha hecho por informase -y es su obligación, como representante de la su Asociación- laFlores, que presenta una denuncia, así a la bolea, de tamaña gravedad. No se conoce otra denuncia semejante en ninguna de las regiones -y van en aumento- donde existe y se ha implantado ya el Interlocutor.
La medida no es, en principio, un asunto político, sino que fue demandada por la Organización Médica Colegial, a través de su Observatorio Nacional de Agresiones, y contará con la inestimable colaboración de las Fuerzas del Orden y Seguridad del Estado. Vamos, que no es algo que haya surgido así como así, como quiere dar a entender laFlores con su denuncia. Es algo meditado y necesario. Por eso, la decisión se tomó en conjunto entre los ministerios de Interior y de Sanidad y la OMC.
Pues, esto consiste, ni más ni menos, en que cada provincia contará con un guardia civil -en el ámbito rural- y un policía nacional -en las ciudades-, que se coordinarán con las autoridades sanitarias -que lo son, autoridades- con el fin de adoptar medidas preventivas y estructurales de seguridad, principalmente para los médicos, cuyas agresiones, tanto físicas como verbales continúan en aumento, saliéndose de rositas los agresores. De esta coordinación entre médicos y policía saldrán los protocolos de actuación y prevención de un colectivo -los médicos y sanitarios- que atienden diariamente a todo tipo de pacientes en la soledad -y en la indefensión- de sus consultas.

Cierto es, como dice laFlores que nadie acude a una consulta médica con la intención de agredir; pero, cierto también que el número de "mamporros" a los médicos aumenta. Con la implantación de esta figura policial, ya digo, nadie se ha considerado tratado como "terrorista". Lo que sí es más bien cierto que la denuncia de laFlores, y sobre todo en los términos en la que la plantea, sí que puede ser incitadora a males mayores. Y a buen entendedor con las palabras suficientes basta. Mejor haría la presidenta de esta Asociación -y más se lo agradecerían los pacientes- en denunciar las largas listas de espera -de muchos meses- para una sencilla operación quirúrgica y los recortes económicos -políticos- en la atención sanitaria, que, de contar con mayor presupuesto, otro gallo nos cantaría.

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