Si el cocinero llegó a Zamora sonriendo o queriendo reírse
de alguien, a buen seguro que tras escaldarse salió llorando
Si Alberto Chicote se pensó que el llegar a Zamora era besar el santo y ya, se equivocó de arriba abajo. Mucho mucho "pesadillas en las cocinas", pero no sabía -o lo ignoró, o no se asesoró- que a donde iba era a Zamora, la bien cercada, la que no se gana en una hora. Coño, si es que ni Almanzor se salió con la suya. Acaso creyó Chicote que iba a acabar con el famoso dicho, y encima escoge el mítico Bar Zamora, custodiado por el Merlú, en la mismísima Plaza Mayor. El buen hombre tuvo que abandonar, por primera vez en su empeño desde que anda entre pesadillas, pero no de pucheros.