No podía ese pseudo actor de pacotilla terminar el año de otra manera que no fuera haciendo el gilipollas, porque no es otra cosa: un verdadero gilipollas, analfabeto y mala persona, con mala entraña, inútil y algo baboso. -¡Ya, ya, ya lo sé, pero es que él también dice lo que quiere, "joer"!-. No le vendría mal un escarmiento -si hubiera por ahí algún fiscal con pelotillas, acaso- por apología del terrorismo, y no sé yo si también por colaboración con banda armada, o con banda criminal o con mafiosos. Unos cuantos meses de cárcel -a ver si se le bajaba la tontuna-, disfrutando de la sombra en compañía de esos a quienes tanto defiende y halaga y que no son otros que los asesinos de la banda de delincuentes etarras. Estaría, supongo, la mar de contento. Y nosotros también, coño.