Ya están aquí, llegaron ya y, con ellos, como con Robert Mitchum, llegó el escándalo. Habían estado calladitos, que es como mejor están; pero, no han aguantado más. Los obispos catalanes son como las chachas, tienen oídos en todas partes, lo escuchan todo y, luego, además de contarlo, defienden a sus señores, que, al fin y a la postre, son los que pagan. Están muy preocupados los obispos estos, preocupadísimos, por los golpistas catalanes que están "embarrotaos". ¡Dios quiera que ahí los veamos durante muchos años!