Así y todo, pese a la polémica
social sobre la conveniencia
o no de parir a esa edad, la gallega quiere tener
una niña
Pero ahí está, alcanzando la fama desde su miseria. El niño del hambre de Yemen. Ni sonríe, ni llora, ni habla. No llama a su mamá, quizás porque no sepa o, acaso, porque no pueda, no porque no la tenga. Nadie nos lo aclara. La fotografía nos muestra su silenciosa desolación, como en su día la niña del nápal. Sus sentimientos nos los tenemos que imaginar. Lo que vemos, no. Seis años y cuatro kilos –en su mayor parte de osamenta-, tal cual el peso de un recién nacido en normal. Por duro que parezca, un niño cadavérico, con vida, con la esperanza de que los médicos puedan arrebatárselo aun al tridente que acecha. Otra víctima, como otras muchas, de las guerras de los señores.