Estaba la pareja
“encabroná” por los pitidos y abucheos que les dedicaron los asistentes a su
llegada al Desfile del Día Nacional.
Como ya se lo barruntaban, evitaron que por los altavoces se anunciara su
llegada. Así y todo, la bronca fue de las que no se olvidan; sólo al
presentador de la TVE, la pública,
se le pasó por alto narrar el recibimiento de Sánchez y Begoña. El
impresentable presentador-narrador oía campanas, pero no sabía dónde. Tan obcecada
está la pareja de La Moncloa por
mudarse de casa más grande que ambos dos ocuparon un lugar junto a los reyes
que no les correspondía al inicio del besamanos oficial en el Palacio Real.
Como manda el
protocolo, los reyes se colocaron en su lugar para el “besamanos”, y los
primeros en pasar fueron los de La
Moncloa –Sánchez y Begoña-, quienes acto seguido se
colocaron al lado de los reyes para saludar también a los más de mil invitados.
La segunda personalidad fue por orden del cargo, la presidenta de las Cortes, Ana Pastor, quien hizo lo propio con los reyes y, qué remedio, con
la pareja monclovita. Allí seguían los dos, hasta que alguien los puso en conocimiento
de que en ese acto los reyes deberían estar en solitario. Los otros dos se
retiraron con las orejas gachas, y se acordarían de las enseñanzas cristianas,
de eso de que los últimos serán los primeros; en este caso, al revés. O del
refrán español: “el que nunca ha usado bragas, las costuras le hacen llagas”.
Ciertamente, de donde no hay nada se puede sacar.