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viernes, 14 de mayo de 2021

Nos toman por tontos

Y nosotros, como estos listos se piensan que somos tontos, vamos y nos lo creemos. Miren, en donde menos le importaba estar presente al payaso comunista era en la Comisión interparlamentaria o integubernamental con el Centro Nacional de Inteligencia (CNI). El sitio de los agentes secretos, los de James Bond, vamos. En estas comisiones no se decide el calendario de actuación para un año de los servicios secretos. Mucha gente junta, demasiada, para dar a conocer las interioridades de las voluntades de los que manejan el servicio. Si acaso, algunas vaguedades sobre lo importante y muchos detalles de lo nimio. Coño que para eso se les supone que son agentes secretos y que utilizan la inteligencia.

Las decisiones se toman, suponemos, en pequeños comités, con cuantos menos testigos mejor, no se vaya a escapar la información como se escapó el coronavirus en el laboratorio de Whan. Algún día nos enteraremos, de lo de Whan, porque los de la Organización Mundial de la Salud (OMS) que se fueron allí de vacaciones a investigar se lo pasarían muy bien, pero de conclusiones convincentes, ni una. 

Pues eso, que no nos vengan con cuentos chinos a tratar de convencernos que al payaso comunista no le dio tiempo a asistir ni a una comisión, porque la retrasaron en varias ocasiones, precisamente, para que él no pudiera asistir. Pero ni puta falta que le hacía. Era elVicedos del Gobierno socialcomunista y tenía otros medios y vías para enterarse de lo que se cocía en el CNI. Y a buen seguro que secretos de Estado conocía y, no lo duden, de ellos informó a todos sus aliados: rusos, venezolanos, iraníes, golpistas y terroristas etarras, a los que tanto ama y aprecia. Si es capaz de congeniar con todos ellos para romper España, como para no contarles los entresijos del espionaje español, de la Inteligencia española

Ni el payaso comunista, ni Sánchez, ni el ministro de los Interiores, Marlaska, nos la van a pegar. Decir, pueden decir lo que quieran, que nosotros pensaremos lo que nos venga en gana. ¡Faltaría más! Como para fiarse de ellos, y, en lo tocante, a la seguridad y demás, como para hacer caso de Marlaska, el juez del caso faisán, que ya ha subido a las zonas del norte, junto a las provincias vascas, a los etarras que estaban dispersos por distintas cárceles del país. Ojo, y muy grave, a tener en cuenta, en la mayoría de los casos en contra del criterio de las Juntas de seguimiento de las prisiones.

Este ministro, repito, juez del caso Faisán, Marlaska, las está armando buenas, pero se está quedando tan pancho, como si con él no fueran los asuntos, que, graciosamente, son de su competencia. Ha arrasado con las víctimas del terrorismo, a las que ni ha hecho caso, es más a las que ha despreciado. Prometió a las asocicaciones víctimas que las informaría de los traslados de asesinos etarras. Pues, como el que oye llover. Los ha trasladado sin que se arrepintieran, sin que pidieran perdón y sin colaborar con la Justicia a esclarecer más de trescientos asesinatos.

Este hombre, el juez del caso Faisán, ocultó que dos escoltas ilegales del de Galapagar fueron los que provocaron los graves disturbios en Vallecas, cuando el mitin de Vox. Y se niega a investigar si el servicio de escoltas que lleva el comunista es ilegal o son una banda de verdaderos matones, salidos de los ultras del Rayo Vallecano. Este hombre, está dando prioridad, empezando por los presos de ETA,  a la vacunación de los encarcelados, antes que a los funcionarios de prisiones.

Pero, este hombre llega al colmo de los colmos, cuando le pide a la Fuerzas de Seguridad del Estado que aguanten y resistan, cuando están siendo víctimas de los ataques desenfrenados y con armas de los contrabandistas de droga y otras cosas en el Campo de Gibraltar. Le están pidiendo refuerzos y medios para combatirlos, porque es que los delincuentes se los están comiendo crudos y ya no tiene ni reparo en atosigar a policías y guardias civiles con armas reales, con balas reales. Le pasa a los agentes lo mismo que al personal sanitario durante la pandemia, que no tienen medios para enfrentarse al enemigo. Al que corresponde dárselos se hace el sueco. Hasta que un día -dios quiera que no- tengamos que lamentar alguna pérdida personal. O más.