Tras la conformación de una Diputación
Provincial comentaba, en un “corrillo”, la alcaldesa de un pueblo que esto
era muy triste: “hay mucha más gente que se merece algo más; estos son los de
siempre, a los que les hemos hecho nosotros la campaña, a pie de calle, y ahora
se vuelven a repartir los escaños provinciales, sin mancharse tan siquiera de polvo
los zapatos. A mí ya me da igual, que hagan lo que quieran; yo seguiré, como siempre,
trabajando por mis convecinos”. Era una alcaldesa del pepé de un pequeño pueblo, de una pequeña provincia, de Castilla y León.