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sábado, 4 de septiembre de 2021

Vagos y maleantes

A las puertas del inicio de un nuevo curso académico, el ministro de las Universidades, el tal Castells, está dando ánimos a los alumnos, en particular y, en especial, a todos los vagos enemigos acérrimos de realizar esfuerzos y a los chorizos, lo que no deja de suponer una inusitada novedad. Pobres hombres, ha tenido que salir el ministro a animarlos para que estén tranquilos. Ni el copiar, ni destrozar mobiliario, ni faltar al respeto les va a suponer la más mínima sanción, lo que se traduce en que todos aquellos alumnos con beca -y los que no- pueden hacer de su capa un sayo, porque nadie les va a hacer nada ni tan siquiera los becarios perderán su asignación. Esto es Jauja.

Esto ya se veía venir desde que el comunista Errejón -vago por antonomasia- pudo disfrutar de una beca de un año dotada con mil ochocientos euros mensuales. El cara dura no realizó ningún trabajo por el que se le concedió la beca, pero tampoco la Universidad de Málaga lo sancionó al no presentar el comunista ningún resultado. Lógicamente no presentó resultado alguno porque lo único que hizo fue cobrar la beca -que él decía que había sido contratado para un trabajo de investigación- y si te he visto no me acuerdo.

Otro antecedente lo tenemos en la comunista, portavoza en el ayuntamiento de Madrid con laSeñáManuela. Esta y una turba de los suyos profanaron el espacio religioso de la Universidad de Somosaguas, es decir, la capilla donde en esos momentos se celebraba un acto litúrgico, al grito de "arderéis como en el 36". La ignorante comunista, que profanó la capilla en sujetador, ni fue sancionada entonces por la Universidad ni tampoco por los tribunales ordinarios. Así que, avisados están los alumnos vagos y maleantes: no habrá represalias ni consecuencias. Y viva la vida, que son dos días.

Hombre era de suponer que en un ámbito tan restringido como es la Universidad estas cosas serían tabú. Pero, a lo que se ve y avecina todo ello no estará castigado, sino todo lo contrario, premiado y becado. No nos podemos extrañar, entonces, de que uno de los objetivos de los jóvenes participantes en los botellones no sea ya el desobedecer la orden de que no se pueden celebrar, ni el alcohol, sino -según informes policiales-, enfrentarse a los agentes cuando van a disolverlos y destruir mobiliario urbano para ello. Así pues, ni pandemia, ni prohibición, ni leches: leña al mono que es de trapo. Y cada día más, porque los detenidos entran por una puerta en la comisaría y salen por otra, investidos de héroes por haber sido detenidos y que la detención no haya tenido consecuencia alguna.

Claro, y de lo uno pasamos a lo otro. Como fue la agresión que sufrió días atrás una joven en la estación de Sol, en el Metro de Madrid. Una decena de magrebíes la agrediceron, a ella y a dos amigos suyos. Los marroquiés les robaron, pero la peor parada fue ella, que se negó a entregarles el móvil y el reloj. Le propinaron una brutal paliza dejándola tirada en el, suelo y sin varios dientes. En fin, será que la vida es así.