Estos dos concejalas sí que saben. Ni les ha hecho falta acudir al cirujano
para cambiar de sexo ni han tenido que modificar su estatus civil. Más aún, ni
se habían enterado de ello ni sus propias familias ni los más allegados. Tampoco
les ha costado ni un euro, ni a ellos ni a nosotros. Con una intervención
rápida -aunque algo confusa- y sencilla han mutado de lo masculino a lo
femenino en menos que canta un gallo. Si ellas no lo hubieran dicho, todo
seguiría igual.