Y aquí como unos papanatas, gracias a
la sentencia desafortunada -o intencionada- de un juez de lo Contencioso Administrativo. El tal
citado juez de Madrid –que es que de
cuyo nombre no quiera acordarme, sino que no se ha hecho público- permitió introducir
la bandera estrellada en el Vicente
Calderón durante el partido de la final de la Copa del Rey entre el Barcelona
y el Sevilla, en aras a la libertad
de expresión. Me da que el ínclito juez confunde la velocidad con el tocino o las churras con las merinas -que sepa, por si acaso, que son ovejas-, es
decir que ni repajolera idea tiene el hombre de lo que es eso de la libertad de
expresión. O sí.