Sigo sin entender las actuaciones del nuestro Rey, Felipe VI. Hoy viaja a Barcelona y lo primero que hace es saludar afable y sonriente al delincuente Arturo Mas, que ayer, con su actitud -otra más de las suyas- menospreció a toda España con su no asistencia a la celebración en Madrid del Día de la Hispanidad. Bien es cierto que ni se quería su presencia -¡un delincuente en la capital de la Villa y Corte!- ni se le esperaba. Pero el hecho es el hecho, el del uno y el del otro.