Tras la conformación de una Diputación
Provincial comentaba, en un “corrillo”, la alcaldesa de un pueblo que esto
era muy triste: “hay mucha más gente que se merece algo más; estos son los de
siempre, a los que les hemos hecho nosotros la campaña, a pie de calle, y ahora
se vuelven a repartir los escaños provinciales, sin mancharse tan siquiera de polvo
los zapatos. A mí ya me da igual, que hagan lo que quieran; yo seguiré, como siempre,
trabajando por mis convecinos”. Era una alcaldesa del pepé de un pequeño pueblo, de una pequeña provincia, de Castilla y León.
El estado de ánimo de esta alcaldesa, aunque ella no lo sabía, era el mismo
que invade a muchos cientos de alcaldes y militantes a lo largo y ancho del
país, que, como ella, se ven abandonados por su partido, por unos dirigentes
desagradecidos y egoístas, que sólo se han preocupado por salvarse de la “quema”;
dentro de otros cuatro años volverán a aparecer, engatusando y engañando a sus
propios compañeros de partido. Así es la cosa, así está establecida. Por
desgracia para los militantes y, por extensión, para los votantes del “pepé”, que
cada vez son más los que “pasan” de acudir a las urnas en las jornadas
electorales: léase dos millones y medio, en las municipales y regionales del 24M.
No es de extrañar que la conocida como “Marquesa rebelde” del “pepé, la diputada Cayetana Álvarez de Toledo, esté que lo vierta, pidiendo a “voces”
un cambio en el partido, otra manera de ser y de actuar. Cayetana, marquesa de “Casafuente”, hija de un francés y una
argentina, se define “española de elección”, porque optó por esta nacionalidad,
y España le duele, como a todos los
que nos sentimos españoles, de nacimiento, de adopción o de elección. Cayetana,
que forma parte de la corriente interna del “pepé” denominada “Libres e iguales”, quiso hablar en la Junta Directiva que el su partido
celebró en abril, pero no la dejaron ni abrir la boca; no hubo ni una
intervención, excepto la del presidente, Mariano
Rajoy. Todo muy lindo, todo muy bonito; el batacazo, al mes siguiente.
La que ha devenido en ser la portavoz de los descontentos, Cayetana, pide a
la dirección del partido que éste sea el “espacio de la razón” en España y le exige
una recuperación de la política, una modernización de la estructura del
partido, con un proyecto político para España y libertad de voto parlamentario
y, sobre todo, unas “primarias” internas, que constituirían una “salida frente al
blindaje de los mediocres y equivocados”. Y que, por favor, que el Gobierno abandone su “silencio y pasividad”
en todo lo que acontece en Cataluña,
la “zona cero”, como dice esa corriente interna “Libres e iguales” -para preservar
“la unidad, constitucional de España-, donde por norma se incumplen las leyes.
Casi, casi, coño, todo un esbozo de programa interno y externo, que todavía no
se ha atrevido a exponer el propio presidente del partido.
No hay que olvidarse tampoco de que Cayetana, además de parlamentaria “pepera”
e integrante de la corriente crítica “Libres e iguales” ha sido secretaria del Gabinete del Secretario general de Acebes -que fuera ministro del segundo
Gobierno de José María Aznar- y es
ahora también directora del Área
Internacional de FAES, la
fundación del “pepé”, que preside Aznar. ¡Casualidad!
Resulta más que evidente, que los cambios realizados por Rajoy no han
gustado a Cayetana, acaso, tampoco hayan sentado muy bien en FAES, ni a “Libres
e iguales” o acaso a todos ellos a la vez. Lo cierto es que la incorporación del
controvertido Moragas y del nuevo
número tres, Martínez Maíllo -presidente
del “pepé” zamorano, que ha perdido el ayuntamiento de la capital zamorana y de
las poblaciones más importantes de la provincia, Benavente y Toro- y la permanencia
del incombustible Arenas, elBocanegra, no ha hecho mucha “gracia”
a esos militantes y votantes que esperaban mucho más. Ni tan siquiera han
gustado las formas en el relevo del ministro de Educación, y mucho menos la manera “chulesca” de expresarse del presidente
Rajoy, por lo intempestivo del relevo. El tiempo se va acortando y parece como que
el presidente no siente las horas, como si se le hubiera parado el reloj.
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