Y aquí como unos papanatas, gracias a
la sentencia desafortunada -o intencionada- de un juez de lo Contencioso Administrativo. El tal
citado juez de Madrid –que es que de
cuyo nombre no quiera acordarme, sino que no se ha hecho público- permitió introducir
la bandera estrellada en el Vicente
Calderón durante el partido de la final de la Copa del Rey entre el Barcelona
y el Sevilla, en aras a la libertad
de expresión. Me da que el ínclito juez confunde la velocidad con el tocino o las churras con las merinas -que sepa, por si acaso, que son ovejas-, es
decir que ni repajolera idea tiene el hombre de lo que es eso de la libertad de
expresión. O sí.
Se opuso a los criterios de la
fiscalía y del abogado del Estado,
para quienes el asunto estaba claro: era ilegal, según la normativa
establecida. Ni libertad de expresión ni leches. Pero, es que también se saltó
a la torera los dictámenes de la UEFA,
que ya por entonces había sancionado al Barcelona
en dos ocasiones -una con 30.000 euros y otra con 40.000- por la misma razón,
por introducir y mostrar los aficionados catalanes en los campos de fútbol la
bandera estrellada durante encuentros de la Champions.
El juez español es el más listo de
todos. Permitió que las estrelladas sean marca blanqueada, de aquí en adelante
en España. Pero, fíjense, la UEFA ha vuelto a sancionar al equipo catalán por
la misma causa, por haber exhibido sus forofos la estrellada durante los
partido de la Champions de la pasada edición, Champions que no ganó el Barcelona, sino el Real Madrid, creo recordar que por once veces con esta. La multa de
ahora no es de treinta ni de cuarenta, sino de 150.000 euritos, como se dice,
del ala, por acumulación de expedientes a causa de la estrellada. De lo que se
deduce que el juez español algo despistadillo está o que, como al club catalán,
se la trae al pairo. Lo más sangrante de este caso es que hubo otro juez
español, que no estuvo de acuerdo con el anterior y recriminó al Barcelona que
utilizara al equipo de fútbol para politizarlo todo en el deporte. Pero, además,
es que nadie ha recurrido el dictamen permisivo del juez.
Parece como si aquí hubiera
obligación de asentir y consentir todo lo que dicen y hacen los delincuentes y
golpistas catalanes. De hecho, hace muy pocos días el delincuente presidente de
la Generalidad catalana, Puiyidemón -el hijo del pastelero-,
sucesor del delincuente Arturo Mas, ofreció en un céntrico hotel madrileño, por
activa y por pasiva, todo su plan para desgajar Cataluña de España. O
sea, todo un golpe de Estado expuesto,
con altavoces, en la capital misma del Estado. Los asistentes, ni se inmutaron,
como si fuera algo natural. ¡Parece de chiste, pero es la realidad! El fiscal,
tampoco se inmutó, y nada les digo del juez que ha blanqueado sin lejía la
estrellada. Ahora los golpes de Estado se llaman libertad de expresión.
A lo que parece, eso de la libertad
de expresión es “patrimonio cultural y exclusivo” de los secesionistas
catalanes, que se pasan por la entrepierna todos los dictámenes y sentencias de
los tribunales, cuando no les son favorables, claro. Como para ellos es
libertad de expresión -no delito, no, nunca jamás- acosar a la subdelegada del Gobierno en Lérida, un acoso continuado que llevan haciéndole desde hace más de
un mes en las dependencias de la Universidad
donde también es profesora de Comunicación.
Los guarrillos de las CUP, esos a los que les gusta criarse en tribus por civilizar,
han tomado por asalto el Rectorado
de la Universidad, y allí siguen, exigiendo el despido de la profesora. Todo en
aras a la libertad de expresión, y nadie es capaz de echarlos de allí. ¡Habrase
visto! Es que ni el propio Gobierno del
Estado sale en defensa de su propia delegada, que lo es de todos los
españoles. Luego nos extrañamos de que pasen cosas.
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