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lunes, 12 de febrero de 2018

Un paleto en el Mont Blanc


Conviene aclarar, por un por si acaso, que el Mont Blanc es el Mont Blanc, y sólo hay uno. Lo demás son sucedáneos, que quisieran ser lo que no son y nunca podrán lograr ser. El Montblanc tarraconense –cambia mucho la manera de escribirlo, y a partir de ahí se marca la diferencia- es un pueblo que está porque en esta España nuestra tiene que haber de todo, pero sus carnavales ni son famosos –aunque hoy se hable de ellos- ni tienen gracia los que participan. No son andaluces, y sus chirigotas las realizan con mala leche o, mejor dicho, desde el odio. Estos no saben jugar.


El Mont Blanc al que nos referimos en esta trilogía es el único, el verdadero, el genuino, el de los Alpes. Es la atalaya por excelencia. Desde aquí se ve lo que desde abajo es imposible. La visión, aunque sólo sea por unos días, ha merecido el esfuerzo de llegar hasta arriba, más por ensueño que de manera real. Es un buen ejercicio. Quizá a partir de ahora se haga más sencillo  elevarse hasta este pico desde cualquier parte.

Seguramente los que han sufrido los embates de la banda mafiosa etarra han ascendido, no puede ser de otra manera, en más de una ocasión al Mont Blanc. Dese allí, ya digo, las cosas se ven desde fuera, con otra perspectiva, tan reales como la vida misma. En el pueblo, y desde dentro del pueblo, no se aprecian tal cual son. La visión es más corta y la conclusión se vuelve entonces paleta.

Pero en los discursos de homenaje a Joseba Pagazaurtundúa y Gregorio Ordóñez –ambos asesinados por ETA- se ha advertido al Gobierno de España, que no sólo tiene un forúnculo anal con los golpistas catalanes, sino que los nacionalistas vascos la están preparando por su parte. Una manera de cortales las alas –por no decir otra cosa, que somos bien hablados-, es terminar de una vez por todas con la banda terrorista ETA, que, junto a sus aliados, quieren blanquear su historia y con ello toda la Historia. Así han hecho los golpistas catalufos.

Otra manera es dejar de tontear con los nacionalistas del peneuve de Urcuyu. Estos apoyan y apoyaron a los terroristas etarras. Esos nacionalistas son unos desleales, unos chantajistas para con el Estado. No son de fiar. Ni los unos ni los otros. Y las provincias vascongadas no se pueden convertir en lo que ETA quería imponer a través de las armas y persigue aún ahora con el apoyo de sus adláteres del peneuve, que son estos en realidad. Porque, no obstante, no olvidemos, ETA existe y tiene armas.

El filósofo Savater, como muchos estamos, está convencido de que en este combate tiene que haber necesariamente vencedores y vencidos, y a ETA hay que perseguirla hasta su derrota final. Ha dicho más el filósofo, ha acusado a los peneuvistas de seguir “siendo parte de los malos todavía”, porque amparan a los que practicaron la violencia y pretenden blanquear la responsabilidad de los asesinos.

Recientemente el portavoz peneuvista en el Congreso, un tal Aitor, exigía a elPresiRajoy la reprobación y la desautorización del coronel Sánchez Corbi, de la Guardia Civil, porque éste incluía en la “banda de los malos” en la lucha contra ETA a “etarras, batasunos, peneuvistas y la Iglesia vasca. Aitor tendría que llevar al guardia civil ante los tribunales. Pero, no se atreve.

Nosotros emprendemos el camino de regreso. Bajamos por la falda de la montaña, que nos ha acogido bajo una nube. Ahí le queda el camino expedito a elPresirajoy y la atalaya completamente libre y despejada.

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