Ilusos ellos, los que pensaban que cuando elPresiSánchez llamaba a maitines de manera urgente iba a anunciar que convocaba elecciones. ¡De ilusión también se vive! Ya sabemos, para anunciar una medida al modo populista. Digo de modo populista, porque el contenido se podía anunciar de otra manera, como, por ejemplo, a través de una nota informativa o del plasma, que daba igual. A ver si cuando surja otro problema de igual o superior calibre se muestra tan "agudico" el presidente del Gobierno y no se calla y oculta, como suele hacer, durante semanas.
Lo que los ciudadanos no acabamos de entender, y más a los que nos ha tocado pagar ya el impuesto sobre las hipotecas, es por qué el Gobierno, éste y los anteriores gobiernos, no han tomado antes esta medida: que sea la banca la que lo pague, el impuesto. Ahora se dan cuenta estos cantamañanas de que la solución estaba ahí, en legislar y hacerlo bien. ¡Menuda tropa de legisladores! Es más, el líder de laPepé, Pablo Casado, está a favor de que se suprima dicho impuesto. ¡La releche, vamos!
Es en eso en lo que se ha basado el presidente del Supremo, Lesmes, en echarle la culpa a los políticos, porque la Ley no estaba clara. La ley Hipotecaria no tenía ni pies ni cabeza, en definitiva, porque podía tener demasiadas explicaciones. ¡Manda huevos a estos también! Y como no está clara la Ley, el presidente de la Sala donde se debatía el asunto, Díaz Cano, y que empezó opinando que pagaran los bancos, terminó aportando su voto de calidad, y como tenía prisa, se inclinó a favor de los bancos y que paguemos los de siempre, los clientes.
Después de este ridículo de la Justicia, y sus contradicciones, al final le tocaba pagar al cliente, que, en efecto hasta ahora es el que ha pagado, pero con el agravante de que si antes habían opinado los tribunales que pagara la banca y que se podía reclamar con retroactividad, ni la banca va a perder. Al tiempo. El entuerto lo va a resolver el tío Sánchez, que va a quedar como un marqués, con lo que va subiendo en el escalafón nobiliario hasta que llegue a ser Rey. Que bien claro lo ha dicho, que no se va, que va a agotar la Legislatura, como sea y con quien sea. ¡Ojo al dato!
Acaso hasta entonces le dé tiempo para destronar al Rey y destrozar España. ¡Ya se verá! En cualquier caso, Sánchez se ha permitido el lujo de abroncar a todo el estamento judicial, poniendo en duda la credibilidad del mismo y, por extensión, o inclusión, al tribunal que va a juzgar a los golpistas catalanes -los líderes catalanes encarcelados, como dice él- y así poder aplicar, sin escrúpulo alguno, el indulto a los golpistas. Ya lo tiene listo y preparado, haciendo caso al fray Bailón Iceta. Tomó nota en cuanto llegó al poder y recibió en Moncloa -churro en la pechera- al nazi que dirige la Generalidad catalana. El siguiente paso fue abandonar a su suerte ante la corte belga al juez Llarena, instructor del caso, poniendo la puntilla con la decisión de la Abogacía del Estado -al fin y al cabo el Gobierno- calificando el delito de los golpistas de sedición y no de rebelión, en contra del de rebelión, como lo han considerado la Fiscalía General del Estado y VOX, acusación particular, que no sólo ve un delito de rebelión, sino dos.
El "escandalazo" en el Supremo, del que, en buena razón, es de esperar a no mucho tardar, dimisiones, le ha venido a Sánchez como anillo al dedo -al igual que a los ultraizquierdistas podemitas-, como otra cortina de humo más, como lo está siendo el cadáver de Franco, y lo que rondaré. Pero lo cierto es que ahí siguen los golpistas, los de dentro de la cárcel y los fuera, haciendo lo que se les viene en gana, recibiendo continuamente favores y dinero del Gobierno central, sin que Sánchez aplique el 155 y sin que dé explicaciones sobre lo suyo, lo de su tesis doctoral.
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