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lunes, 5 de enero de 2015

El ministro del Interior pasa de la policía

Cientos de policías, han aplaudido y recordado hoy a su compañero, que falleció el viernes pasado al ser arrojado a las vías del Metro de Madrid por un inmigrante que tenía al menos nueve antecedentes policiales. Y tan pancho por la calle. A esta concentración masiva no acudió el ministro del Interior, Jorge Fernández, que como ya viene siendo habitual vuelve a meter la pata, casi tanto o más que Esperanza Aguirre. No sólo no estaba el ministro -que seguro que tiene fácil justificación, por cuestiones de agenda-, sino que tampoco acudió el secretario de Estado de Seguridad, Francisco Martínez.
Sí estuvieron presentes miembros de los sindicatos policiales convocantes, como Sindicato Unificado de Policía (SUP), Confederación Española de Policía (CEP) y Sindicato Profesional de Policía (SPP), a los que se unieron los de la Unión Federal de Policía (UFP) y el Sindicato Independiente de Policía Española (SIPE). Como se ve, casi nadie. Y el ministro y el secretario de Estado ni estaban ni se les esperaba, como tampoco estuvieron en los funerales de la agente muerta en Vigo por los disparos de un atracador y de otro policía que falleció con anterioridad en Málaga. Contrasta esto con la celeridad con la que el ministro salió a los medios -en una intervención penosa y demencial, de vergüenza ajena-, para justificar la puesta en libertad del asesino de la banda mafiosa de los etarras, el tal Bolinaga, que todavía sigue en libertad, para mayor escarnio de sus víctimas. Es que si no queda libre, decía, sería prevaricación. Ya, mejor no decir nada. La rabia todavía nos reconcome, en todo su sentido del término, nos causó un dolor moral irreparable. Pero ahí sigue, el uno y el otro.
No es de extrañar que los policías, como dicen, se consideren que están "vendidos en la calle" y que resurja el debate sobre la escasa protección de la que disponen los agentes del orden cuando se enfrentan a lo desconocido, todos los días, en las calles de nuestras poblaciones. La calle es dura. Más cuando, por ejemplo, a los agresores de un policía se les impone una sanción -admírense- de 30 euros. Así nadie se puede sorprender de que un "chorizo" cualquiera entre en un juzgado por una puerta y salga por otra, riéndose. O como es el caso del que empujó al policía a las vías, con nueve antecedentes policiales, como decimos, entre los que se encuentran el intentó con anterioridad de arrojar a otro y el haber mordido a otro más hace unos meses.
Pero aquí, nada; aquí no pasa nada. Sólo que los agentes de policía no dejan de preguntarse -y con razón- que quién defenderá a los defensores. Nosotros sólo podemos, apoyarlos, con todo el respeto -el que parece le falta al ministro-, en la labor diría que desarrollan.
 
 

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