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domingo, 12 de julio de 2015

La “Calle 30”

Es la cantinela de todos los años, pero a medida que estos van pasando, la cosa comienza a torcerse. En 2014 se produjeron un total de 1.688 fallecimientos por accidentes de tráfico, superando en ocho esta cifra respecto al año 2013 -y subiendo por primera vez el número de víctimas en once años-. Desde luego, si no se buscan las causas, difícilmente se pueden poner remedios, en evitación de que se produzcan estas escalofriantes cifras de muertos, que, a los que no le afectan, son meros números, parte de una estadística, detrás de la cual existen verdaderos dramas. Algo hay que hacer para evitarlo, o al menos reducirlos en todo lo que sea posible.

Aquí es donde nos encontramos con las acusaciones de los unos contra los otros, lo cual no deja de tener su aspecto positivo, si de ese enfrentamiento y discusiones sacamos soluciones que nos puedan servir para que la siniestralidad descienda cuanto más mejor. Mientras que para la Dirección General de Tráfico (DGT) el gran problema es que tenemos un parque automovilístico obsoleto, para las asociaciones de automovilistas una de las claves está en el descenso o desplome de la inversión en el mantenimiento de las vías, un 40% menos desde 2008 a 2012. Casi nada.
Para los automovilistas, uno de cada tres accidentes se produce por salida de las vías, a causa del mal estado del asfalto. Calculan las asociaciones de los usuarios que haría falta invertir más de seis mil millones de euros en las vías, reponer 330.000 señales, repintar marcas viales de 50.000 kilómetros y revisar el 82% de las luminarias. Otra vez, casi nada. En resumidas cuentas, que para “Stop accidentes” y DYA lo que hace falta es “un verdadero proyecto de seguridad vial”.
En esta polémica de si son galgos o de si son podencos, la DGT insiste en que el envejecimiento del parque móvil español es evidente, y además no sólo envejece, sino que está en mal estado. Otro de los aspectos a tener en cuenta por la DGT estriba en el aumento de la movilidad a causa de la mejora en la economía, lo que no deja de ser un argumento publicitario político, mientras que, a la vez, un reproche a los conductores por utilizar más el vehículo para viajar, como si no tuviéramos los españoles derecho a ello y a hacerlo durante nuestras vacaciones. Y, hombre, no es eso; no volvamos a las andadas del ínclito Alfonso Guerra.
En lo que ni una ni otra parte inciden demasiado es en el número de personas fallecidas en las ciudades, de los peatones inmersos en accidentes que pierden la vida en las vías urbanas, que vienen siendo alrededor de trescientas. Días atrás sugería María Segui, directora de la DGT, que se vayan implantando en las ciudades las “Calle 30”, lo cual redundaría en una mayor seguridad vial, favorecería el uso de la bicicleta, se podrían crear caminos escolares seguros y recuperaríamos la sana costumbre de caminar.
Desde luego que no está mal lo de las “Calle 30”, porque, además de lo que apunta la señora Segui, ahorraríamos en combustible circulando a tan baja velocidad, ahorraríamos en señalización semafórica y horizontal y también ganaríamos en tranquilidad y, quizá, contaminaríamos menos. El problema es que todavía no existe en nuestro país el conocimiento y concienciación precisos sobre las “Calle 30”, y eso, además de a la DGT, como ayudante e impulsora, corresponde prácticamente a los ayuntamientos su implantación, y estos, en la mayor parte de los casos, “pasan” de ello o, en el peor de los casos, ignoran que eso de la “Calle 30” también existe.

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