La armó de nuevo. Este Jorge Fernández
Díaz, yo creo, lo vive, lo disfruta. Si hay que estar se está. Esto de lo
de los Interiores es “diver”. Da
para mucho. Se sale en los papeles en cada dos por tres seis, y en las teles.
Al final, no paaaasa nada. Pero, ni con
él ni con los demás. Concluido el viernes, todos a disfrutar del fin de semana,
aunque sean dos días. El de los Interiores se marchó también satisfecho, sabedor,
cree él, de haber cumplido los deberes.
No negó que el día 29 de julio se reunió en su despacho del ministerio –que
es de todos- con el exvicepresidente del Gobierno
de Aznar, Rodrigo Rato, que es también expresidente del Fondo Monetario Internacional (FMI)
y expresidente de Bankia. Esta
última presidencia le trajo consigo la imputación por el denominado, así, “Caso Bankia”, con el que cabreó mucho
al personal. De por qué dimitió del FMI,
todavía sigue siendo una incógnita. De lo de ministro, se cae por su propio
peso.
También ilustró a sus señorías, porque lo hizo en sede parlamentaria, sobre
el contenido del encuentro: para hablar de la seguridad de su excompañero de
partido. Está muy preocupado Rato por su seguridad y la de la familia, la suya
propia, porque dice que los insultan y los amenazan en las redes sociales, que
ya acumula más de cuatrocientos tuites amenazantes. De momento, tiene cuatro
escoltas y un coche oficial, pero, acaso, considere que es poco. De paso, nos
enteró el ministro de que en esa situación de protección oficial se encuentran otras
164 personas. Bueno, de nuestro bolsillo sale, pero si es necesario, lo sea.
En definitiva que fue una reunión con “luz y taquígrafos”, porque si
hubiera querido ocultarla no la habría celebrado en el despacho del ministerio,
sino en algún poso franco. Y que de lo que allí parlado fue estrictamente de
seguridad, de la suya personal, no de la del ministro, y familiar de Rato. Nada
de nada sobre la situación procesal por la que atraviesa el exvicepresidente.
Lo curioso de esto es que mientras el de los Interiores se enfrentaba –sudando,
aunque no mucho- a la oposición toda, Rato refrescaba las ideas en las frías
aguas del Cantábrico, en Gijón. Seguro, y conociendo su trayectoria
y actuaciones, que sin darle mayor importancia al lío en el que ha metido a su
excolega y amigo, y, por ende al mismísimo presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, que se enteró del “arrejunte” por la “prensa”:
primero, pidiéndole que lo recibiera y declarando, después, que habían hablado
de todo, incluso de su situación procesal, con lo que contradecía al ministro,
dejándolo, como se dice, a los pies de los caballos. Eso es fuerte. Pero este
sí que pasa. Está en otra nube, pero no la de Dropbox, por cierto.
Fuera de los suyos, nadie, ningún partido político se dio por satisfecho
con las explicaciones del de los Interiores y todos le pidieron que se fuera a
casa, o sea que dimitiera, que ese acto –la reunión con Rato- era indigno de un
ministro del Gobierno, porque el otro, Rato, estaba imputado por el ‘Caso
Bankia’. Es más los de upeidé –que parece
que todavía existen- van a pedir un careo en la Audiencia Nacional entre el ministro y el exministro. Los del pesoé seguirán adelante con su denuncia
ante la Fiscalía, y como mantengan
los argumentos que han aportado hasta ahora, aviados estamos.
Mira que se mete en líos este de los Interiores, pero nadie le ha preguntado
como hasta ahora de manera insistente, ni lo ha llevado a los tribunales, como,
por ejemplo, de su reunión con el expresidente Cetapé, en casa de este, o
por la puesta en libertad del etarra Bolinaga
y otros etarras y la actuación del Gobierno para con los terroristas, digo, por
ejemplo.
Es posible que el ministro no haya actuado de una manera política correcta,
que no digo que no; si el recibir a Rato es constitutivo de delito, lo dirán
los tribunales. Lo que es más que cierto es que hay, y ha habido, otras muchas
cuestiones que habrían requerido por parte de la oposición la misma o más contundencia contra el ministro. Y así nos
hemos quedado.
Esto le pasó a Nigel Short,
maestro ajedrecista. Dos sorpresas en una: viajó solo en un avión, cuando
esperaba que en el mismo hubiera más de cien pasajeros. Todo un boing 737 para
él solito. Como era el único pasajero, la tripulación se volcó con él, y le
dejaron sentarse donde le apetecía, menos en bussines. Eso sí que no. Bien está
sentarse donde quiera, dentro de lo que le permitía el billete, pero no ocupar
una de las doce plazas de bussines. La chorrada del día, de la compañía
sudafricana.
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