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miércoles, 20 de enero de 2016

Nos veremos en el cielo

Que la jueza no dé carpetazo al caso, por favor; mientras que exista la más mínima sospecha, que no lo haga. Es preferible esperar un poco más, aunque sólo sea un poquito, pero que el caso quede del todo aclarado. Por Diego, por sus padres, desesperados, por sus compañeros, por todos nosotros. El pequeño de once años se fue al Cielo, donde espera volver a ver a sus seres queridos. No podía esperar por más tiempo, porque era tontería, porque no aguantaba ir al colegio. Así lo decidió el niño, en un aciago día del pasado mes de octubre.
Lo que sí resulta evidente y claro es que el niño Diego, de tan sólo once años de edad, optó por volar al cielo desde el quinto piso de su casa. En el alféizar de la ventana dejo una pequeña nota a sus padres, para que recogieran su testamento. Su muñeco mascota, Lucho, hacía las veces de emisario. Quizá sea Lucho el único que sepa toda la verdad; pero no puede hablar; tan sólo es Lucho.
En la carta que los padres encontraron en el muñeco, Diego les dice que los quiere mucho, que nunca los olvidará, que en estos once años que ha vivido lo han cuidado muy bien, han jugado con él y le han enseñado a ser buena persona. Pero, no puede más, porque "yo no aguanto ir al colegio y no hay otra manera para no ir. Por favor, espero que algún día podáis odiarme un poquito menos. Os pido que no os separéis papá y mamá, sólo viéndoos juntos y felices yo seré feliz. Os echaré de menos y espero que un día podamos volver a vernos en el Cielo. Bueno, me despido para siempre".
Y después el silencio. Y la duda de unos padres, que se sienten culpables, porque no saben si lo hicieron bien o mal, pero que, en cualquier caso, a su dolor tienen que sumar la desesperación y la impotencia por no poder impedir que el caso de su hijo sea cerrado y olvidado por la Justicia, por el Juzgado número uno de los de Leganés.
Los padres de Diego le piden a la jueza que, por Dios, que se ponga en su caso, y que, por favor no dé por finiquitado el asunto. Están convencidos de que en el colegio de Villaverde, donde estudiaba el niño, está sucediendo algo, "cosas muy raras" y que ahí está el origen de todo; sin embargo, las investigaciones en el centro no han arrojado ninguna nueva luz. Sí llama la atención, no obstante, que no se haya vuelto a saber nada de las pruebas que se le realizaron al pequeño ya yerto, para saber si había sido víctima de abusos sexuales. Nunca se conocieron los resultados.
Ahora, al parecer, la jueza descarta cualquier tipo de acoso escolar. Como consecuencia y dictamen, el niño se suicidó arrojándose desde la ventana de sus casa. No hay más que hablar. A no ser que exista o se produzca de nuevo una denuncia concreta por parte de alguien. Pero, de poco ha servido el hecho de que otra niña del mismo colegio haya intentado suicidarse en varias ocasiones y el testimonio de varios padres que han informado de varios casos de acoso en el colegio.
Lo único cierto en este momento es que Diego ya no está, que nos veremos con él en el cielo. Antes de eso habría que averiguar, y sin que quede el mínimo resquicio de duda, si fue objeto o no de acoso en el colegio y que esto motivara su suicidio y desenmascarar a los culpables. Y, si realmente fue un suicidio sin motivo aparente, qué es lo que puede llevar a un niño de once años, empezando a vivir, a cortar su existencia.

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