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miércoles, 17 de febrero de 2016

Carmena, instigadora de escraches

Menudo rebote tenía el concejal madrileño de Seguridad, José Javier Barbero, por un escrache de nada; ni tan siquiera le dieron "pálpelo", que así es como parece que deben hacerse los escraches. Si lo sabe él bien, pero muy requetebién; es todo un experto. El tiempo pone a cada uno en su sitio, y las fotos también. Sólo le faltó escribir un manual sobre "el arte de escrachear y  cómo llegar al poder". Tiempo tuvo para ello cuando cohabitaba con otros podem(K)itas oKupas en la casa Maravillas; total, el alojamiento lo tenía gratis y, como los pajarillos del Señor, no tenía que preocuparse por lo que comería al día siguiente.
Su obsesión, hombre, era el entonces alcalde de Madrid, el pepero Alberto Ruíz Gallardón, a quien él y otros muchos podem(K)itas "escrachearon" muy cerquita de donde elBarbero tuvo que correr por las calles del centro de la capital del Reino, perseguido -curioso- por la policía de la que ahora él es el jefe. En tantas historias callejeras -no quiero decir de la esquina- participó elBarbero y en tantas ocasiones se enfrentó a los antidisturbios municipales que una de sus principales decisiones ha sido acabar con ellos, disolver este cuerpo especial. Se lo había autoprometido, era para él una meta, una venganza, que se ha querido tomar fría y casi casi lo calientan.
Después de tanto escrache -ciento doce en dos mil trece, de los que ciento ocho fueron contra personas ligadas al pepé-, algo se le tenía que pegar, y le tocó el suyo, el suyo propio de él. Dice que miedo no pasó, pero, a ver, según se entienda qué es el miedo, pero que unos "quilicos" sí que adelgazó. Eso sí, por culpa de unos desalmados, opina, que no saben hacer escrache como los hacía él; estos, para él, son verdaderos fascistas. Precisamente, ese calificativo, fascista, era el que más repetían los policías cuando corrían tras él, que poco esperó para hacerles frente y decirles a todos ellos -que eran un buen montón-  que "quietosparaos", que aquí estoy yo, para el que quiera algo de él, y mientras los otros miran para encontrar a quién es él, se las pira que pierde el serete. Ya ha anunciado que va a ver qué se puede hacer para "cargarse" a los sus atacantes, porque, cuando él hacía los acosos y derribos eso era libertad de expresión, lo que le hicieron a él es poco menos -o similar- que un atentado terrorista contra la autoridad competente, o incompetente, o no.
La que no ha dicho nada -no sé si porque ni se ha enterado o cree que mejor callar- es la alcaldesa de la ciudad. Algo tiene que decir, coño, que es su concejal de Seguridad y la policía a la que manda. Ha preferido que sea la retrospección en el tiempo -las nuevas ondas siderales- la que hable por ella.
Tan sólo dos meses antes de ser elegida alcaldesa por los sus podem(k)itas de su partido y por los concejales de laPesoé, laseñáManuela opinaba sobre los escraches que eso es una cosa buena, chupi, excelente para la democracia, porque todo lo que sea acosar a las personas públicas, es decir cargos públicos -bien en la calle, bien a la puerta de sus casas, ante los atemorizados hijos o ante la suegra- eso es un ejercicio sano y saludable, mejor que ir en bici o andar quince kilómetros. Ahí, decía laseñáManuela, es donde se ejercita "nuestra libertad de expresión, y hay que asumirlo". Pues eso,
No me explico cómo se puso el concejal podem(k)ita. que lleva escolta y tiene coche oficial. ¡Como un energúmeno! Y va a tomar represalias, que ya lo anunció. Pero, hombre de Dios, si no sabe aceptar un escrache, un ejercicio democrático, que se vaya de la ciudad, que diría nuestro amigo Miguel.

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