He
de reconocer que este Papa me tiene
más que despistado. Se las quiere dar de progre la mayor parte de la veces, y otras
creo que ni Él mismo se entiende con
su propio corazón. Si no se entiende Él, ya me dirán qué le entendemos
nosotros, los de la plebe. Me refiero, en este momento, a lo del terrorismo y,
en particular, al del Estado Islámico
(IS), al yihadista, el que justifica
sus asesinatos en nombre de ¡Alá es
grande! Y los católicos apostólicos y romanos -y de otras ciudades y
países- pensamos que no nos parece bien y que estos asesinos no maten en nombre
de su dios; sencillamente, que dejen de matar. Allá ellos se las entiendan con
el su Alá.
El
Santo Padre se ha mostrado hoy menos
efusivo a su llegada a Polonia. Lo
primero que ha declarado a los periodistas es que “el mundo está en guerra,
porque ha perdido la paz”. Y ha recalcado que no tenía miedo a decir esto que
va entrecomillado. Como les digo, todos boquiabiertos, o lo que es lo mismo,
con la boca abierta. Por eso, tuvo que volver a arramplar el micrófono para que
nos aclaráramos nosotros pecadores: “Hablo en serio de guerra, una guerra de
intereses, por dinero, por los recursos de la naturaleza, por el dominio de los
pueblos. Pero no es una guerra de religiones, porque todas las religiones
quieren la paz”. Dixit.
Oigan,
disculpen que insista -como el del anuncio-, pero no entiendo el primer
entrecomillado y en el segundo ya es que me pierdo. No sé si, en principio,
quería transmitir un mensaje subliminal para desdecirse de aquella
controvertida frase, cuando los asesinatos yihadistas en Charlie Hebdo, en el sentido de que a uno no le queda más remedio
que dar una bofetada a aquellos que continuamente se meten con la madre de ese
uno. O si esa guerra de intereses, que dice, como si fuera la madre de todas
las guerras, está provocada e inspirada por Occidente, donde se vive mejor y hay mucho dinero.
No
sé, la verdad. Entiendo que el Santo
Pontífice hable inspirado por el Espíritu
Santo. Pero, no estaría de más que fuera más conciso, que se hiciera
entender por la feligresía. Lo único que parece medianamente claro es que lo
que hoy tenemos es cualquier cosa, menos una guerra de religiones. Pero, con
perdón, creo que el Papa se equivoca cuando añade que todas la religiones
quieren la paz. Así que ya estamos, otra vez más. Por más que diga, los hechos
demuestran lo contrario. Por ejemplo, el asesinato por degollamiento del cura
párroco octogenario en Francia,
contra la Iglesia Católica, contra
una religión.
Estos
islamistas, soldados yihadistas, que asesinan en nombre de Alá es grande, han emprendido,
realmente, la guerra -su cruzada religiosa- contra Europa: Bélgica, Alemania, Francia han sido últimamente sus escenarios de batalla; mañana,
sólo ellos lo saben. Cada día, con nuevos métodos, como el camión atropellando
a decenas de personas, como los ataques con machetes; dentro de nada, con
piedras si es preciso, como su particular intifada. Cualquier cosa con la que
puedan asesinar y causar dolor y pánico la darán por buena.
Ya
conocen el objetivo de estos mal nacidos, como dando respuesta al Hombre de Blanco, por si albergaba
alguna duda: “Conquistaremos vuestra Roma”. Los jefes integristas, que -casualidad-
nunca se inmolan, sino que mandan a los demás, instan a los fanáticos que los
siguen a que atenten con armas blancas en centros de culto católico. Y esto no
es de hoy, sino que lo vienen predicando desde 2014. Ahora bien, dos no se
pegan si uno no quiere, o bien sólo pega uno, para que el otro ponga la otra mejilla.
Hombre,
en lo que sí hay que estar de acuerdo con el Papa -porque se le entiende lo que
dice- es en confiar en que “la juventud es esperanza, pues esperemos que los
jóvenes nos digan algo y nos den algo de esperanza en este momento”. Ya digo, que
sí, que de acuerdo, y que sea una realidad.
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