Muy
poco es lo que se puede decir a estas horas ya sobre la masacre de anoche en Niza. Pero, ante todo, repudiar el
atentado y, sobre todo, solidarizarse con las víctimas -ochenta y cuatro
muertos y cincuenta heridos en estado crítico- y sus familiares y con todo el
país vecino, de Francia, que en
menos de un año está recibiendo el azote horroroso del terrorismo yihadista. El
sin sentido nunca puede tener una justificación. Sí cabe, no obstante,
preguntarse qué es lo que falló para que esa barbarie se pudiera producir de
manera tan fácil, con un solo individuo y un camión, al más puro estilo de los
atentados que se producen, por ejemplo, en Irak
o Turquía.
Algo
ha cambiado en la manera de operar de los terroristas yihadistas en Occidente. No podemos por menos de
pensar que el próximo atentado de estos fanáticos descerebrados pueda
producirse en cualquier país europeo, con otro camión, que no quita que pueda estar
repleto de explosivos listos para estallar. Es cierto que es fácil matar,
asesinar, y que no hay seguridad máxima al ciento por ciento. Pero, algo hay
que hacer, aquí, en Europa, y allí,
en los países árabes, musulmanes, donde han hecho de la vida de mucha gente una
cruzada, inspirada por la religión, por el fanatismo. No vamos a presentar aquí
las claves para la solución de esta grave “peste”. ¡Qué más quisiéramos! Pero,
sí instamos a los responsables y expertos en la lucha contra el terrorismo para
que tomen todas las medidas que sean
necesarias -dentro de la Ley- para
combatir a estos yihadistas, asesinos desalmados. Que tengan por seguro las
autoridades que contarán con el apoyo incondicional de todos los ciudadanos de
bien.
Por
fortuna, los encargados de vigilar por la seguridad de los españoles han
considerado oportuno mantener el nivel de alerta cuatro -el siguiente, el
cinco, sería el más alto, que se establece ante el temor a un atentado
inminente-, lo que hay que interpretar como que ese riesgo total no lo tenemos en España. No obstante, nuestro país ha
estado siempre, y lo está, porque así nos lo han hecho saber recientemente los
yihadistas, entre los objetivos de estos criminales. Confiemos, pues, en
nuestros cuerpos y fuerzas de seguridad, aun siendo conscientes, como decíamos,
de que matar es fácil y de que no existe la seguridad total; nadie la puede
garantizar.
Otra
cuestión es el aspecto político de lo que se está convirtiendo en una lacra.
Aquí, en nuestro país, se ha reunido la Comisión
de Seguimiento del Pacto Antiyihadista. Prácticamente están adheridos a
ella todos los partidos políticos. Tan sólo a uno le resbala, y, claro, no
podría ser otro que el de elBarredor,
Pablo Manuel Iglesias. Él ya tiene
su propio Consejo de la Paz, es
decir que coleta morada, con su pipa de la paz, él se lo guisa y él se lo come.
Lo que no se entiende, resulta incomprensible, es que el presidente de Gobierno en funciones, Mariano Rajoy, le haya permitido acudir
a las sesiones de esa Comisión, aunque sea como invitado. O se forma parte de
ella, con todas las consecuencias, o se va. Es lo lógico y razonable. Ahora,
encima, anda diciendo por ahí que “no se puede apagar el fuego con el fuego”.
Ahí lo tienen, el amigo de ETA,
pontificando. Tiene que dar ejemplo a sus incondicionales seguidores, como el
rapero Hásel, condenado a dos años
de cárcel por enaltecimiento del terrorismo, brindando su apoyo a los GRAPO y a ETA. Sí, el mismo que dijo alegrarse por la muerte del torero
segoviano Víctor Barrio. No podía ser de otra manera, para el rapero la masacre
de Niza es culpa de Occidente, los yihadistas son para él los buenos.
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