Ya
estamos. Si antes fueron los proetarras del guiñol, los titiriteros del “Gora AlkaETA”, les llegó el turno a la
homofobia y al antisemitismo, ahora, en el madrileño barrio de Lavapiés. Para finalizar las fiestas,
no se les ocurre más que -esa es otra, que hay que saber a quién- pinchar un
disco del grupo mejicano “Molotov”,
cuya “mayor gracia y genialidad” es su estribillo, en el que se pide dar “matarile
al maricón”. ¡Velahí! Que nos diga laSeñáManuela
por qué contrata el su ayuntamiento a gente con tan mala baba o por qué tiene
ella concejales tan malévolos o, lo que tampoco es nada bueno, tan ignorantes.
O por qué los consejeros de estos -que cobran una buena pasta- son tan malos,
en todos los sentidos.
No
vean qué fiestas se han pasado los de Lavapiés. Porque no sólo se trata de la
canción “Puto”, con su estribillo
aberrante. Es que los vecinos y visitantes han podido alucinar en colores
viendo lo que allí se trajinaba. Es lo que se ha dado en llamar la “degradación
de Lavapiés”, ante lo que la oposición pepera considera que ha sido todo a
causa de la pasividad de los podemitas de Ahora
Madrid, que han permitido, botellones, ruido exasperante, “venta de
alcohol en la calle y trapicheo de drogas”. Para la oposición, Lavapiés se ha convertido
en “un barrio sin Ley, donde impera
la Ley de la Selva”. Lo que viene a ser uno de los exponentes de la cultura en
estado puro de los podemitas, donde los perroflautas imponen su ley, en un
barrio invadido por la suciedad, por la mierda. Algo que ya es habitual,
cotidiano, no sólo en los días de fiesta y en los de las fiestas, en las que,
por cierto, la mayor parte de las casetas se las concedió el ayuntamiento de
laSeñáManuela a las asociaciones de los grupos radicales como los que están a
favor de la legalización del cannabis, grupos okupas y otros vinculados al 15M
y afines a los abertzales y proetarras.
Piénsanse
estos que la calle es suya, porque los que tiene que desengañarlos ni pisan por
allí, no hay efectivos; están desaparecidos. En poco menos de un año, la alcaldesa
ha desmantelado la Policía Municipal
y el servicio de limpieza y recogida de basuras. Lo grave de todo esto es que cunda
el ejemplo y esta peste vaya extendiéndose por otros barrios de la ciudad -como
ya se vislumbra en el de Las Letras-
y, como la pólvora, se llegue hasta otros distritos, incluso a otros barrios de
otras ciudades en las que reina el desmadre podemita.
Y si
a todo esto le sumamos el grave problema de orden público que se puede originar
con los “manteros”, el último que apague la luz. De hecho, estos comerciantes
ilegales -tanto en su forma de vender, como en su situación en el país- están
provocando una competencia brutal -y cada día más, porque hay más manteros- a
los comerciantes legales, que pagan sus impuestos, con graves pérdidas
económicas. Oigan, que en Barcelona
y Madrid tienen copadas las calles
principales, obstaculizan los movimientos de los peatones y es que, para más
recochineo, se colocan delante de los establecimientos a los que les hacen la
competencia directa. Los municipales hacen su ronda por el Mercado de San Miguel, en Madrid, mientras los manteros se
aposentan con toda la tranquilidad en Sol, o en las Ramblas, en Barcelona, mientras los municipales de allí se van a
tomar el fresco al puerto. Las órdenes son órdenes.
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