Rafa salió a jugar una vez con el pantalón
al revés, y no se lo dejaron cambiar.
No sabemos si lo de atrás para
adelante o si lo del interior para el exterior;
o ambas cosas a la vez. Ahí está la cuestión. Todo un
enigma
El
tenista español Rafael Nadal -Rafa o Nadal- consumió su tiempo en Brasil,
en los Juegos Olímpicos 2016, donde
el abanderado de España, como es lo
obvio, representó a nuestro país. O sea, lo lógico. Se llevó una medallita,
nada despreciable y muy merecida, de oro, junto a su compañero y amigo del alma,
compañero Marc. El de Manacor, el tenista -también obvio- es
español. Y vende españolidad por donde quiera que va. O sea, lo lógico también.
Por eso, le sentó como una patada en los cataplines el hecho de que algún
enviado de Puiyidemón, pero pagado
por la Generalidad catalana, se le
aposentara en las inmediaciones del podio portando la bandera Estrellada -la de
los independentistas- cuando los dobles -Nadal y Marc- recogían las medallas de oro de los “dobles” y cuando
sonaba el Himno de España.
Dentro
de nada, los historiadores de pago de la Generalidad y de los golpistas -pero que
cobran de nuestro dinero, todos ellos, políticos y generadores de falsas
historietas- incluirán a Nadal -acaso igualmente a su amigo Marc- en los anales
de la Historia de la fututa República Independiente de Cataluña,
como héroe nacionalista catalán, nacido en Barcelona,
que luchó contra las huestes de la Gran Bretaña
en la batalla de Lepanto y que fue
enterrado en el monasterio de Monserrat.
Hilarante, gente, lo de estos elementos. Pero, que da igual, si ha sido
cumpliendo una orden del hijo del pastelero, que se despiporra el casa de laRahola. Pues, eso, que allí estaban
con la su bandera, lo que hizo que Nadal se mosqueara. Normal, a ver.
Desde
luego, no se equivocarían los golpistas catalanes si trataran a Nadal de héroe
para arriba. No sé, ciertamente, si es un héroe, pero un grande, seguro que sí;
es más, un máquina, que se dice ahora. Llegó a los Juegos prácticamente sin reponerse
de una lesión y ha jugado partidos, los habidos y por haber, y los ganara o los
perdiera, siempre con tenacidad, hasta la extenuación, sin apenas tiempo de
recuperación. Tal fue así que tuvo que consensuar con Garbiñe Muguruza no
jugar el dobles mixto. La hispano-venezolana lo entendió, lo comprendió, vamos,
y aceptó. Todo un gesto, que honra a la tenista, reciente ganadora de Roland Garrós.
Pero,
Rafa es humano, como todos, y nunca se ha creído que no lo fuera; es más, todo
lo contrario, su sencillez y humildad son apabullantes. Para sí las querrían -o
más bien las necesitan- tanto mequetrefe que anda por este mundo de Dios. Y en su pelea por el bronce
contra un japonés -de cuyo nombre no me quiero acordar- demostró ambas cosas el
manacorí: sencillez, humildad y, otra cosa, templanza. Mantenían Rafa y el “japo”
un duelo sin igual -tremendo, atroz, de infarto, que dicen los comentaristas de
la teuve- por la tercera medalla del torneo, la del bronce. Rafa, como en
muchas ocasiones, emprendió tal veloz remontada que acongojó al “japo”, que a
lo visto, se debía ir patas abajo, por lo que abandonó la pista. Casi doce
minutos le duró al “japo” la meada o la cagalera, vaya usted a saber. Para
deshidratarse. ¡Qué olor! Una vez que tiró de la cadena, salió tan horondo el “japo”,
habiendo conseguido romper la racha ganadora de nuestro tenista.
Son
estrategias que se utilizan, pero, coñe, con comedimiento, que para hacer unas
cacas o echar unos pises no hace falta tanto tiempo. Eso era lo que Rafa le
decía al árbitro, que ya estaba bien. Pero es que el árbitro, que se las tiene
juradas al español, no decía ni plus ni mus. Hasta tal punto cabreó el árbitro
con su indiferencia por la acción del “japo” a nuestro jugador que Rafa,
irónicamente, le pidió permiso para ir a tomarse una Coca-Cola, mejor con mucho hielo, digo yo. Y los del refresco, tan
contentos por la publicidad gratuita de todo un “topten” mundial del tenis.
Comentaba
el tenista español una vez finalizado el partido que en cierta ocasión salió a
jugar con el pantalón al revés y no se lo dejaron cambiar. No sabemos si lo de atrás
para adelante o si lo del interior para el exterior; o ambas cosas a la vez. Ahí está la cuestión. Todo un enigma. Seguro
que, así y todo, ganó. Como en los Juegos de Brasil, logró, además de una
medalla, grandeza ante el “japo” y el árbitro del partido. Quizá sin la argucia
y malas mañas del rival y la pasividad del árbitro también hubiera perdido.
Pero, ahora queda la duda y en entredicho esos dos.
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