La sociedad tiene derecho a saber quién es
la persona que quiere matar a un niño
No acaba de sentenciar el Tribunal Constitucional y ya está laPescadera barcelonesa sacando y meneando el capote. Eso, que se pasa por la entrepierna -¡asquito! la anulación de la prohibición de celebrar toros en la ciudad condal, y, por ende, en toda la comunidad autónoma española de Cataluña, de España. Y no se han dejado oír todavía los clarines -del miedo- para el cambio de tercio cuando los de la Generalidad del delincuente y golpista Puigidémón anuncian que ni por esas van a permitir que la Fiesta Nacional se pueda volver a celebrar en La Monumental.
Ya estamos. Es que no entienden ni una cosa ni la otra. Que, la una, es una industria, que da puestos de trabajo y dinero y salva a la raza brava de los toros de su extinción y que, si ellos no la consideran un arte, otros muchos, en cantidad más que ellos, sí lo creen, están convencidos de que sí lo es, y que la Tauromaquia está declarada Patrimonio Cultural Español, de España. Que, la otra, es una sentencia del Constitucional, de obligado cumplimiento, y porque legislar sobre el Arte de Cúchares corresponde al Estado, no a una autonomía y mucho menos a un ayuntamiento, por más puyas y banderillas que quiera meter laPescadera, que habla de política y de ética, como quien habla de churras y merinas y, encima, ni sabe de ovejas ni distingue las unas de la otras.
Los de la Generalidad, como siempre, ya andan liándola, porque como no son españoles, como Piqué, elCantanto, el Constitucional como si no existiera, muletazo por aquí, muletazo por allá. Pero, ojo, que puede que el bicho mire al bulto y no les dé ni tiempo al cambio de la de madera -la falsa- por la de metal, la de la gloria. A partir de aquí, comienza una nueva lidia, para ver si hay más avisos o quién se lleva las dos orejas y el rabo. Los pañuelos blancos ya pueden airearse y los del tendido siete merendar. O no.
De momento, un juzgado de Valencia ha admitido a trámite la querella presentada contra la, parece ser, anónima pero despreciable anti taurina, animalista y "animala" -porque parece que se trata de una mujer que, a lo más seguro, no es madre- que a través de las redes sociales deseó al niño Adrián, de ocho años, al que le gustaría ser torero de mayor, que se muriera ya. Eso le deseó la "animala". Adrián, que padece un cáncer de los denominados "devoraniños" pudo ver en la plaza de toros de Valencia una corrida benéfica, cuya recaudación se utilizará para investigaciones sobre el mal que padecen él y otros niños. Ese fue el delito de Adrián.
Todavía, y ya han pasado días, ni una asociación de esas animalistas ha saltado al coso público para abominar del macabro deseo de su compañera anti taurina. Les preocupa mas, ya digo, la salud y la moral del Toro de la Vega. Por él si se comprometen y, hasta si hace falta, pegan. No se trata, como hemos dicho en otras ocasiones, de ser o no antitaurino o animalista. Aquí, lo que se está deseando es la muerte de una persona, de un niño, de Adrián , de ocho años, enfermo de un cáncer severo. Y ningún animalista se ha atrevido a decir que el deseo de su correligionaria es una animalada. O, como se recoge en la querella, la intención de la querellada era quebrantar la resistencia física y moral de Adrián "para hacer frente a la terrible enfermedad". La sociedad tiene derecho a conocer a la autora de tal vileza, que se esconde en el anonimato de las redes, y que se explique ante todos cómo puede haber alguien que quiera matar a un niño.
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