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domingo, 25 de diciembre de 2016

Así en la tierra como en el cielo

Su Santidad el Papa Francisco tuvo jornada intensiva, juntando la noche con el día. Pero, no se trató de un milagro, sino de la sucesión de las horas en el tiempo. La Noche Buena se juntó con la Navidad. Los Obama, los de los Estados Unidos, siguiendo en su línea de lo absurdo trataron de ser "guais" en su último discurso de despedida de la Casa Blanca, pero sobre ellos se extendía la alargada sombra de Israel. Y el nuestro Rey, una vez más, se las vio y se las deseó para, sin decir nada, quedar a bien con todos, este año desde La Zarzuela.

El Santo Padre tuvo un recuerdo emocionado para todos los niños que no pueden disfrutar de la alegría de la infancia, a causa de los conflictos bélicos. En la Misa del Gallo, ese recuerdo fue el protagonista. No podía ser menos, como tampoco podría ser menos estar totalmente de acuerdo. Como protagonista fueron en el acto de la bendición Urbi et Orbi las guerras, tantísimas, y los conflictos, tantísimos, que asolan a millones de personas. "Es hora de que las armas callen definitivamente". Aunque difícil lo habemus Papa. Son muchos los intereses de por medio. Ahora que si obra el milagro, laudeamus tibi.
Los que estaban que echaban las muelas eran los israelíes, de Israel. Menuda putadica les hacía el su aliado Obama, que les ha salido "bragao", o sea falso de toda falsedad. Los dejó con el culo al aire en la sesión de la ONU. Fíjense, hasta de vergonzosa maniobra calificó Netanyahu la protagonizada por los EE.UU. contra Israel, en relación con los asentamientos en Cisjordania y Jerusalén Este. El aliado favorito de los estadounidenses se vieron en un feo porque estos no hicieron uso del veto para defender a su patria, a Israel. En la práctica, todo seguirá igual, pero el menosprecio de Obama ha dolido a los judíos. Los palestinos y los yihadistas, tan contentos. Como contento estaba Obama, como si nada hubiera pasado, haciendo, como casi siempre tonterías y gracietas en su discurso navideño, acompañado de su esposa. Tal para cual.
En España, esta España mía, esta España nuestra, el Rey, el nuestro de cada día Felipe VI -que se inclinó por no salir de casa, para no marear más el tráfico madrileño hasta el Palacio Real- nos obsequió con doce minutejos de su preciado tiempo. Bueno, estuvo agradable, muy serio, buscando ser cercano, pero nada más. No aportó nada nuevo bajo la noche más entrañable y familiar. No se atrevió a llamar a las cosas por su nombre. Estuvo ahí, ahí, pero no entró. Era Noche Buena y al día siguiente hoy, Navidad, y mañana San Esteban y así hasta la Noche Vieja, y vuelta a empezar. ¡Para qué amargar la cena a nadie!
Al que le debió sentar mal la cena fue al argentino, el podemita Echenique, como siempre, con sus estupideces, fue el más madrugador en opinar sobre el discurso del Rey. No sabe el podemita casi ni expresarse, pero el caso es hablar. Dijo que el discurso del Monarca lo podría suscribir hasta Rajoy. Es que no se entera. Todos los discursos del Rey tienen que ser supervisados por el Gobierno, como sus intervenciones, las del argentino, son dictadas por Pablo Manuel. Este hombre no sabe que vive en España. Se entiende ahora que pida la independencia para Aragón. ¡Se pensará que esto es la Pampa! Sólo le faltó añadir que lo que decía lo hacía desde el "buenismo". ¡Falso, más que falso! Que se lo pregunten a Errejón.

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