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miércoles, 21 de diciembre de 2016

La mano que da de comer


Y siempre dando gracias. Porque el atentado de Berlín pudo ser todavía más trágico, como lo fue el de Niza, o más. Y gracias, porque entre las víctimas sólo un español resultó herido. El joven bilbaíno explicó en su tuiter que el camión lo embistió y que le rompió la tibia y el peroné de una pierna y el tobillo y la cadera de la otra. “Oí al camión chocando con la primera caseta, me giré y lo tenía en mi puta cara, iba rápido, muy rápido para ser una salida de calzada”. Los dolores que ha tenido que sufrir sólo los sabe él, que afirma que le han tenido que “enchufar” droga por vena para poder soportarlos. La parte buena es que está vivo, y de lo cual nos alegramos.

Pero, mira tú por dónde, nos enteramos de que Ignacio Ellacuría, nuestro compatriota vasco, que el martes volvió a nacer –que ha tenido una segunda oportunidad- en Berlín, es un acérrimo defensor de los proetarras que atacaron a dos guardias civiles y a sus parejas en Alsasua. Imagino que ahora, con su dolor a cuestas, piense en lo que cincuenta valientes infirieron a dos guardias civiles –que prefirieron ser apaleados a utilizar sus armas reglamentarias- y a sus parejas; aunque, sería más reconfortante que pensara que las detenciones de esos salvajes agresores, que da toda la impresión de que son sus amigos, las viera como algo lógico y natural y no como “una venganza de la Guardia Civil”.  Seguro que Ignacio, víctima de un atentado terrorista, pedirá y exigirá Justicia. Está en su derecho –incluso será su obligación-. Pues igual, digo yo, que con los guardias civiles de Alsasua.

En su convalecencia, Ignacio tendrá tiempo para reflexionar, y, si a mal no viene –es decir, para bien-, ya no se vea obligado a perdón al terrorista Otejjji en nombre de todos los españoles por haberlo inhabilitado, por nuestra “extraña adición a hacer el ridículo”. Al comandante, que lo despida cuanto quiera, que lo llore y le lleve flores y que “viva Fidel cojones”, pero que piense, aunque sea por un minutico en el dolor de las víctimas originadas por el régimen cubano del que “era el político”. Quizá después de esto, de convertirse en víctima, tenga, al menos, una ventana abierta a otras opiniones, a otras actitudes y que no todo lo que no le cuadra –o está incapacitado para entender- es nazismo. Y que, a veces los comportamientos son puro desagradecimiento con la mano de quien da de comer. Lo ha experimentado, Ignacio, en su propio pellejo, como lo experimentaron muchos españoles por las acciones de los terroristas de ETA. Ignacio tiene la buena suerte de que puede contarlo; más de novecientos españoles –compatriotas suyos, lo quiera o no- descansan en los campos santos, asesinados por los etarras.

Es muy probable que alguien informe a Ignacio, que en esta ocasión le tocó él, de que a punto hemos estado de padecer en España un atentado similar, con camión incluido. Gracias a la Guardia Civil nos hemos librado. A finales del mes pasado, esos agentes a los que tanto denostó Ignacio en su tuiter, detuvo en Guipúzcoa a un tal Alial El Mourabi, que ya ultimaba un atentado con camión, similar a los de Berlín y Niza. Su intención era provocar el mayor número de muertos en nuestro país. Una masacre justificada toda ella, como todas, en nombre de Ala o de Mahoma. ¡Vaya usted a saber!

Ignacio, por fortuna y por las atenciones médicas, se recuperará; al menos eso le deseamos todos. Volverá a pisar la calle, pero con un trauma que le costará tiempo superar, por muy valiente que se exprese ahora, en caliente. Muchos, cientos de los familiares asesinados por los coleguis del etarra Otejjji todavía no lo han superado. Se abre para Ignacia un momento posiblemente muy largo de dolor y de reflexión.

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