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lunes, 19 de diciembre de 2016

Urkullu quiere más a ETA

No se da cuenta, o no quiere, el presidente de las provincias vascongadas, Íñigo Urkullu, que todo lo que afecte a ETA nos afecta a todos los españoles, y no es patrimonio de los vascos. Me explico. el presidente de las vascos pide ahora que se ponga en libertad a los cinco detenidos en el sur de Francia, toda vez que se descubría uno de los arsenales más importantes de la banda terrorista: armas largas y cortas, munición en abundancia para las mismas, explosivos y material para fabricar artefactos y bombas lapa.
Los cinco detenidos, entre ellos la dueña de la casa donde se guardaba el arsenal, son de nacionalidad francesa, y de ellos afirma Urkullu que no están implicados en el terrorismo de ETA, sino que son gente de bien, que se han implicado de buena fe en ser mediadores en "el conflicto". O sea, que no están tan siquiera embarazados un poquito. Pero, el caso, es que estaban en posesión de las armas, si se quiere, custodiando las armas. A lo que parece iban a ser testigos de una nueva parodia etarra en la entrega de las mismas, como hicieron con los "revisores" internacionales tiempo atrás, para no entregar tan siquiera una pistolilla de nada. No deberían haberse metido en esos berenjenales; ahora, que pechen con ello.
En el fondo, lo que Urkullu está pidiendo es que nadie se inmiscuya en los "asuntos internos" de los vascos, que para eso ya están ellos allí y, como ahora le interesa, como representante del Estado español. No es que rechace el desarme de la banda armada, más bien todo lo contrario, pero afirma Urkullu, que esa acción necesitaría de unas garantías, tales como las de que ese desarme sea real y efectivo y no una mera escenificación, una payasada. Ahí es donde quiere llegar -y estar- el presidente vasco, exigiendo a ETA el desarme y que se cumplan unas garantías. De momento, ni Justicia ni Interior se han pronunciado al respecto, máxime cuando los detenidos están arrestados en tierra francesa.
Pero, al margen de ese protagonismo que busca Urkullu -electoral y político, naturalmente-, en el trasfondo de todo esto, de la petición, está en que quiere que el Estado ceda a los vascos la gestión de la política penitenciaria en su territorio y exigir el acercamiento a las prisiones de allí a todos los etarras encarcelados en distintas prisiones del país. De lograrlo, ya sería el yo me guiso y yo me lo como. La vida sería para él más agradable, porque se quitaría de encima parte de la presión que sobre él ejerce el entorno etarra.
Y digo que sólo  se quitaría parte de la presión, porque los etarras exigirían entonces mayores prebendas para sus presos, que, por otra parte, no le resultarían difíciles de conceder al presidente vasco. Los trapos sucios se lavan en casa. Veríamos, entonces, cuántos etarras sufrirían procesos de enfermedad terminales, al estilo Bolinaga, cuántos permisos con acumulación de días por buen comportamiento, cuántas reducciones de pena por trabajo carcelario, buen comportamiento y por estudios superiores, universitarios. Esto último ya lo vienen practicando en comandita con la Universidad del País Vasco (UPV). Y no vean ustedes son todos los etarras que estudian unos fuera de serie, vamos que los superdotados se les quedan cortos; pero, ahí están, con los mejores expedientes para la reducción de penas. No quiero imaginar, si como digo, se le concede al Gobierno vasco la potestad sobre la política penitenciaria.
El que no debe, por supuesto -ni moral ni políticamente- ceder al "chantaje" que ya le está planteando Urkullu es el Gobierno central. Es más, cada vez que esos amagos se sucedan -y vendrán muchos-, el Gobierno de España debería demostrarle que con quien se vuelca es con las víctimas, a las que no les podrá acercar a sus seres queridos asesinados. Eso sí que sería una buena respuesta. Pero, me da a mí que no hay ganas, ni güevecillos tampoco para ello.

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