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miércoles, 4 de enero de 2017

Autoadoctrinamiento terrorista con subvención

A ver, pues a mí me subleva el que un terrorista cobre una mensualidad, claro, al mes, con el dinero de todos y, para más escarnio, esté en libertad, cuando ya ha sido juzgado y condenado. Así, tal cual lo oyen. Es que los del Gobierno de las vascongadas son así ellos. Y en este caso, en particular, no se trata de un etarra, sino uno de los yihadistas, como tantos otros que andan sueltos por ahí, amenazando y causando pánico. Este terrorista de treinta y un años, afincado en Bilbao, y llamado Ahmed Bouguerba, recibe al mes de las arcas públicas 625 euros del RGI y otros 250 más complementarios para el alquiler de su vivienda.
La Renta de Garantía de Ingresos (RGI) es la ayuda social que el Gobierno de las provincias vascongadas concede a personas en riesgo de exclusión. Y este parece ser el caso del yihadista Ahmed, que en vez de buscar trabajo dedicaba su tiempo libre, pero remunerado, al autoadoctrinamiento. Este nuevo tipo penal -que, a lo que se ve se paga con dinero público, por encima del salario mínimo interprofesional- consiste en un proceso autodidacta de radicalización, cuya finalidad es adoptar el ideario yihadista y la preparación de atentados terroristas. Simple, sencillo y barato para el autodenominado Estado Islámico.
Pues bien, este engendro ha sido condenado a tres años de prisión por la Audiencia Nacional, pero todavía sigue en la calle, quiero decir, en libertad, pese a los hechos probados constitutivos de delito. Pero, es más, sigue cobrando los más de ochocientos euros; pero, más aún, los seguirá cobrando hasta su ingreso en presidio, y los venía percibiendo desde el año 2011. Sólo cuando esté tras las rejas dejarán de pagárselo, porque se considera que en ese hotelito tiene sus necesidades básicas cubiertas: alimento y techo, que, por supuesto, seguiremos pagándoselos nosotros.
El tribunal que juzgó y sentenció a este terrorista considera que el material que le fue incautado en su teléfono era el caldo de cultivo ideal del que la mayoría de las organizaciones terroristas están nutriendo a los adeptos  -o adictos- para nutrir sus filas, una llamada, en definitiva para practicar la yihad. Pásmense, lo que tenía este engendro en su teléfono: "70 fotografías de propaganda e imágenes del Daesh, doce de personas ejecutadas y cinco de líderes de organizaciones terroristas como Bin Laden y Abu Bakú, que menudos dos pájaros. Y hay más: mientras cobraba -como le siguen pagando- ese nuestro dinero, el yihadista publicaba comentarios en su Facebuc -ya en 2014-, como este que se recoge en la sentencia: "todo lo que digáis o analicéis sobre el Estado Islámico es mentira, porque los sunies nos quieren y nos apoyan, y vamos a abrir un frente contra Israel también, y si Dios quiere van a venir ejércitos de fieles luchadores que esperan la guerra contra Israel y vamos a derrotar a los Estados Unidos e Israel y a sus chivatos, si Dios quiere". Por si hicieran falta más pruebas el yihadista publicó igualmente un "me gusta" en la página  "Organización Estado Islámico".
La policía detectó durante la investigación las cuatro fases de adoctrinamiento, que según los protocolos se dan en los que abrazan el yihadismo: victivismo, culpabilización, solución y activismo. Por supuesto, el delincuente negó todos los hechos durante el juicio, rechazó la violencia del Daesh, adujo que le habían suplantado la identidad en Facebuc y dijo desconocer por qué todas esas fotos estaban en su teléfono. No podía ser de otra manera; vamos que lo que estaban viendo investigadores y jueces no era lo que parecía.
Desde que fue condenado, ya dijimos, el 19 de diciembre, todavía no ha ingresado en prisión, ni tan siquiera preventiva. Ojalá que cuando volvamos a oír hablar de él sea porque ya esté entre rejas y no porque sea un terrorista buscado como autor de una masacre, para la que, para obtener las armas, haya tenido que pagar con nuestro dinero.

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