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martes, 17 de enero de 2017

Discriminación discriminatoria


Que es que digo yo que estos romanos están locos o, más bien, son tontos del serete. Que es que si no fuera por eso de lo de la libertad de expresión, que llegó como la primavera, pues lo mismo nos daba. Quiero decir que para poder decir lo que se dice, o lo que acaso sea lo mismo que irse a ver una película de Buñuel, pero que al que le cae le ha tocado, como lo de Dios  a San Pedro, que se le bendiga. Ya me entienden. Porque para concluir en eso, mejor nos habíamos quedado en casa. Sí, si la conclusión está clara, en especial para los que va dirigida, que la tendrán que penar caminito de Jerez. Y no digo más, que si no luego todo se sabe, y las interpretaciones pueden traer muchos disgustos.
Los ultras que le aguaron la fiesta a los que la celebraban en el centro cultural catalán Blanquerna, en Madrid, tendrán para sí tres años de sosegada reflexión. Nada de penas de entre seis y ocho meses, que los libraban del presidio. El Tribunal Supremo, por eso, porque es Supremo, dixit y dictamina que los enredantes, asaltantes, aguafiestas ultras obraron por motivos de "discriminación ideológica", cuando trataron de impedir la celebración del Día de Cataluña en ese local, en la Blanquerna.
Eso de la “discriminación ideológica”, que con tanto entusiasmo defiende el fiscal del caso, se las trae. Se condena, y no sin razón, a los que trataban de impedir la celebración de un acto en contra de España, cuando en realidad lo que se tendría que haber juzgado, y en su caso, condenado, a ambas partes, porque, al parecer, ambas estaban delinquiendo: los unos entrando en lugar privado queriendo imponer la Justicia por su mano y, los otros, protagonizando un acto el del día de la su comunidad, que cada vez más, cada año, se convierte en un acto separatista, golpista, contra el Estado español, el de España. Igualito que la celebración en Cataluña.
Lo terrible de todo este asunto es lo de la "discriminación ideológica", porque inevitablemente, las connotaciones se nos vienen a la mente. Porque resulta que, recientemente, los tribunales han absuelto de la culpa, de toda culpabilidad, a la podemita Rita Maestre, “portavoza” del ayuntamiento de Madrid. Fue aquella que recordarán -claro que seguramente, sí, hombre- que asaltó la capilla de la Complu. Sí, hombre, la del torso desnudo, y por tanto la musa de Luis María Ansón. ¡Canela en rama! Pues esa, libre está del todo. Lo suyo no fue "discriminación ideológica".
Tampoco fueron "discriminación ideológica" los tuites del también concejal podemita Guillermo Zapata, quien de un plumazo se cargó a seis millones de judíos y los metió a todos en el cenicero de un Seicientos; puede que en el de Pedro Sánchez, por jorobar. Todo un Holocausto, pero al juez que lo juzgó eso de la "discriminación ideológica" le sonaba a Chino Mandarín, que no sabe lo que es, o no se había inventado todavía.
No fue "discriminación ideológica" lo del diputado proetarra que rompió la Constitución en el estrado de las Cortes Generales, hecho que quedó impune gracias a los buenos "haceres" del presidente del Parlamento, el pepero Jesús Posada. ¡Su conciencia se lo reprocha, aunque él no lo dice! ¡Está "corroío por dentro"! Por su puesto no hubo "discriminación ideológica" en la presentadora de la teuvetres que quemó en una papelera, en directo, la nuestra Carta Magna. Ni pensar que hubiera discriminación ideológica en los pitidos de la final de la Copa del Rey en el Campo Nuevo del Barcelona. Ni, por supuesto, en las "quemadas" de las fotos de su Majestad, Felipe VI, antes Príncipe de Asturias, que lo fue. Ni tampoco en las incineraciones de la enseña nacional de España.
Y tantas y tantas cosas más no son "discriminación ideológica", como la misiva que el presidente de la región autónoma de Cataluña ha remitido al presidente de todos los españoles, o sea se, entiéndase, el también presidente de laPepé, Mariano Rajoy. Puntuación por donde le parece y cae  y hasta faltas de ortografía. Eso "pué" que no se sea "discriminación ideológica". Casi, casi seguro que no. Sencillamente, analfabetismo funcional. Poco más se puede esperar del hijo del pastelero.

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