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jueves, 12 de enero de 2017

Treinta y ocho primaveras después

El hecho de que la Audiencia Nacional haya decidido reabrir "el caso de los novios de Cádiz" es, sin duda, un verdadero triunfo de la sociedad civil ¡Ya lo creo, ya iba siendo hora! No se puede decir que la Justicia haya ido lenta, pero sin pausa. No, más bien hizo de su capa un sayo y dio por zanjado este tremendo asunto. Aunque con treinta y ocho años de retraso, un juez, Ismael Moreno, a instancias del fiscal, pero tras la presentación de un recurso de una asociación de víctimas de la banda terrorista etarra, ha considerado oportuno que hay que seguir investigando. Más vale tarde que nunca.

Para el fiscal, el delito no ha prescrito por el hecho de que haya transcurrido el tiempo estipulado para ello, sino que está "vivo", porque quienes lo cometieron son miembros de la banda asesina y el estar integrados en ella los autores no permite la prescripción. Ya lo ven, una sola palabrita, en la que nadie había reparado durante más de treinta años. La "integración" en banda armada va a permitir, que se vuelvan a investigar no sólo el caso de los novios de Cádiz, sino el de trescientas setenta y siete personas más asesinadas por ETA y que, hasta el momento, permanecen impunes. Se dice bien y pronto: trescientas setenta y siete personas asesinadas y sin que nadie haya pagado pena alguna. Aunque la pena sí que se la llevan durante toda su vida los familiares de las víctimas, de las cerca de las mil personas que ETA llevó a la tumba.
Para que ahora nos vengan estos impresentables de laPesoé, Idioia Mendía, y el podemita Rafael Mayoral, exigiendo que se acerque a las cárceles del País Vasco a estos asesinos etarras sin escrúpulos, porque están muy alejados de sus familiares y de su entorno, y sufren los unos y los otros. ¡Qué ironía del destino! Estos dos siempre se han mostrado inmisericordes para con las víctimas y jamás han tenido una palabra de consuelo para los que ya no pueden ver a sus seres queridos; los familiares de los muertos sólo pueden llevarles un ramo de flores, porque ETA los asesinó. Y, para mayor escarnio, las familias de trescientos setenta y siete de los asesinados han visto durante muchos años, demasiados, cómo no se investigaba ni se culpaba a nadie -excepto a ETA- como autores materiales de las muertes.
Mucho asesino anda todavía suelto y, muy probablemente, muy cerca de los familiares de los asesinados, tomando sus chiquitos y riéndose a placer de las víctimas. Muchos de estos asesinos serán los que en sus acostumbradas manifestaciones callejeras reclaman el acercamiento de los presos etarras al País Vasco, cuando no exigiendo su inmediata liberación. ¡Patético, deleznable!
Aun así y todo, pese a la decisión del juez de la Audiencia Nacional de reabrir el caso de los novios de Cádiz, las víctima no las tienen todas consigo. Ya se extiende por todos los medios de comunicación lo que parece que será una realidad, que el Gobierno de Mariano Rajoy negociará con el presidente vasco, Urcullu, ese acercamiento de los presos etarras a cárceles cercanas a las provincias vascongadas. No por nada, sólo para que apoyen los peneuvistas al Gobierno Central en la aprobación de los Presupuestos Generales de Estado. En todo esto hay algo oscuro, muy negro: en las declaraciones, hoy mismo, del portavoz pepero en el Congreso, en las declaraciones hace días del ministro de los Interiores. Ninguno de los dos exige a los etarras que colaboren con la Justica delatando a los asesinos que siguen encubiertos. No lo entiendo.

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