Por si fuera poco
escarnio el que hacen continuamente los asesinos etarras a las víctimas,
principalmente, y a la sociedad, en general, nos dicen estos despreciables
seres que ya están desarmados, que las armas están en manos de la sociedad
civil. En un comunicado emitido anoche, los terroristas escriben eso, lo que,
disculpen las entendederas, no sabemos si en Francia o en España está esa
sociedad civil; aunque, como afirman que mataron por el “pueblo vasco”, se
sobreentiende que es el “pueblo vasco” el
que está en posesión de esas armas, que es a ese pueblo al que se las han
entregado. Ya veremos mañana. Todavía no se ha bajado el telón.
Los asesinos, en
su afán por cobrar protagonismo, avanzaron ese comunicado en vísperas de lo que,
ellos dicen, será la entrega definitiva de las armas; por supuesto, de las que
ellos quieran entregar. Desde el anuncio hasta que se produzca esa entrega, los
terroristas han tratado de negociar con el Gobierno francés una impunidad para
los que protagonicen el acto, o lo que sea que tengan previsto hacer. Francia
ya les ha dicho que no hay acuerdos, por lo tanto se supone que con el Gobierno
de España ni lo han intentado; pero, en cualquier caso –también se supone- les
habría cerrado todas las puertas.
Estos asesinos de
más de ochocientas personas –entre las que se encuentran también niños,
víctimas colaterales, que dice el Gobierno de Urcullu- dan las gracias a todos
los grupos políticos y colectivos que los entienden y agradecen la posición de
las instituciones vascas. Y no es para menos, tras la firma del manifiesto,
días atrás de los partidos políticos, incluido el de los podemitas y,
sorprendentemente, el Partido Socialista, cuyo representantre aceptó
fotografiarse con el terrorista Otejjji. Menos mal a que los de laPepé y los de
la Unión del Pueblo Navarro no formaron parte de la cohorte del etarra elGordo.
Lo que no han
plasmado los terroristas en su comunicado es una petición de perdón a las
víctimas, ni han mostrado su arrepentimiento, ni mucho menos muestran su
voluntad de colaborar con la Justicia para esclarecer más de trescientos
asesinatos, cuyos autores continúan impunes. De todas formas tampoco se lo
exigieron los partidos políticos firmantes del “manifiesto de la vergüenza”. Es
más, estos asesinos tratan de equiparar a las víctimas con los verdugos, lo que
vienen haciendo desde siempre. Y aún hay quien los cree. Nada dicen de su disolución como banda armada,
mafiosa y terrorista. Osados como son, porque se les ha permitido, avisan de
que “nada ha terminado”, porque pueden sufrir ataques de “los enemigos de la
paz”. O sea, todos los que no estamos con ellos, somos los enemigos de la paz.
Claro, aquí los únicos “artesanos de la paz” son los impresentables llamados “verificadores”
internacionales, algunos de ellos a sueldo de la banda terrorista, y ellos, los terroristas.
Hacen bien las
víctimas en exigir al Gobierno de España, en primer lugar, y a todos los partidos del
expectro político, en general, y por ende a la administración de Justicia, que
se aplique la Ley de manera “estricta”, que el hecho de la pantomima del
desarme de ETA no sea motivo para que se produzca “impunidad”. El Estado de
Derecho debe primar por encima de cualquier otra consideración. Tiempo
tendremos de comprobar si la impunidad se impone a la Ley.
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