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domingo, 23 de julio de 2017

Ya no hay qué comer ni en las basuras



Estaban los hombres a “panpedir”, cuando se toparon con el podemita elPabloManué, que, junto a su chica y otros camaradas comunatas, entraba en un céntrico restaurante de la capital, de Madrid. No era el local de estos de comida rápida ni de bocadillos de calamares a tres euros la pieza, era todo un señor restaurante de los de comer y comer bien, con riego de buenos vinos y tertulia con café y copa –lo del puro, de “estrangis” en los “uvedoblecé”- y unos espirituosos de a cuarenta y cinco grados.

Los hombres –y mujeres también, coño- se lo soltaron a elPabloManué a bocajarro: ¡Tenemos hambre! Y él ni puto caso que les hizo. Si es que eran venezolanos de “lamadrequelosparió”. ¡Que se le meten hasta en la sopa! Dentro de nada también serán iraníes huidos del régimen, a los que no les agrada la idea de que los cuelguen del cuello -más entendible por ahorcar- en una grúa de obra. La respuesta de elPabloManué para estos será la misma que la que le dio a los venezolanos: un pase olímpico por la extrema izquierda, mientras les azuzaba a los guardaespaldas, que en la chepa los lleva subidos.

Así que, ya ven, mientras que los venezolanos se nos quedan cada vez más famélicos y cada día que amanece están obligados a emprender “la ruta del hambre”, porque ni en las basuras hay para comer, y no encuentran ni pañales para los niños y las medicinas están más caras que el caballo y en menos meses de los que van de año el régimen de Nico Maduro ya ha asesinado a más de cien personas, y ahora este pollo les quiere imponer la Constituyente, quiere quedarse con  más poder todavía. Y elPabloManué que lo dejen en paz, que él ya cumplió, ya sacó de allí toda la pasta que pudo –que no fue poca-, pero que, oigan, si hay que volver se vuelve, cuando se calme la marejada, que, para recibir, cualquier tiempo futuro puede ser todavía mejor. A nadie le amarga un dulce. Hasta entonces, pasando de todo.

El que no pasa de nada es el nuevo cardenal turolense, metido a nacionalista y secesionista, que apoya, sin ninguna fisura, a los golpistas catalibanes. Es un instigador al odio de unos catalanes –los del sí- contra los otros catalanes, los del no. Y eso es tener menos caridad cristiana que elPabloMsnué con los venezolanos en el exilio, a quienes ni les dio un churrusco.

Es vengativo el cardenal secesionista, y se la tenía guardada al cura de Hospitalé de Llobregá, Custodio Ballester. Sí, hombre, aquel párroco que le amargaba la vida a la alcaldesa de laPesoé. Ella decía que no había procesión de los caballeros legionarios y el cura se la restregaba por las principales calles de la parroquia. Ahora el cardenal lo ha mandado al exilio, al párroco, pero no a Barcelona, como pretendía la socialista, sino que le ha prohibido pisar Cataluña al menos durante un  año; luego, ya veremos.

El motivo de la imposición de la pena al exilio no ha sido la presión que sobre el clero haya podido ejercer la alcaldesa de laPesoé, no. La razón de esta decisión de monseñor Omella estriba en que a la pastoral de los obispos catalanes apoyando la independencia de los catalibanes, el párroco, infeliz él, sólo ante el peligro, les contestó a todos juntos con una sencilla carta, que se puede resumir en un par de palabras: “caraduras”, “sinvergüenzas”. ¡Que el Señor coja “confesaos” a todos los catalanes que se consideran españoles, que son muchísimos, y más todavía, si los catalibanes se hacen con el poder nacional de allí!          








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