Estaban los
hombres a “panpedir”, cuando se toparon con el podemita elPabloManué, que, junto a su chica y otros camaradas comunatas,
entraba en un céntrico restaurante de la capital, de Madrid. No era el local de estos de comida rápida ni de bocadillos
de calamares a tres euros la pieza, era todo un señor restaurante de los de
comer y comer bien, con riego de buenos vinos y tertulia con café y copa –lo del
puro, de “estrangis” en los “uvedoblecé”- y unos espirituosos de a cuarenta y
cinco grados.
Los hombres –y mujeres
también, coño- se lo soltaron a elPabloManué a bocajarro: ¡Tenemos hambre! Y él
ni puto caso que les hizo. Si es que eran venezolanos de “lamadrequelosparió”.
¡Que se le meten hasta en la sopa! Dentro de nada también serán iraníes huidos
del régimen, a los que no les agrada la idea de que los cuelguen del cuello -más
entendible por ahorcar- en una grúa de obra. La respuesta de elPabloManué para
estos será la misma que la que le dio a los venezolanos: un pase olímpico por
la extrema izquierda, mientras les azuzaba a los guardaespaldas, que en la
chepa los lleva subidos.
Así que, ya ven,
mientras que los venezolanos se nos quedan cada vez más famélicos y cada día
que amanece están obligados a emprender “la ruta del hambre”, porque ni en las
basuras hay para comer, y no encuentran ni pañales para los niños y las
medicinas están más caras que el caballo y en menos meses de los que van de año
el régimen de Nico Maduro ya ha asesinado
a más de cien personas, y ahora este pollo les quiere imponer la Constituyente, quiere quedarse con más poder todavía. Y elPabloManué que lo
dejen en paz, que él ya cumplió, ya sacó de allí toda la pasta que pudo –que no
fue poca-, pero que, oigan, si hay que volver se vuelve, cuando se calme la
marejada, que, para recibir, cualquier tiempo futuro puede ser todavía mejor. A
nadie le amarga un dulce. Hasta entonces, pasando de todo.
El que no pasa de
nada es el nuevo cardenal turolense, metido a nacionalista y secesionista, que
apoya, sin ninguna fisura, a los golpistas catalibanes. Es un instigador al
odio de unos catalanes –los del sí- contra los otros catalanes, los del no. Y
eso es tener menos caridad cristiana que elPabloMsnué con los venezolanos en el
exilio, a quienes ni les dio un churrusco.
Es vengativo el
cardenal secesionista, y se la tenía guardada al cura de Hospitalé de Llobregá, Custodio
Ballester. Sí, hombre, aquel párroco que le amargaba la vida a la alcaldesa
de laPesoé. Ella decía que no había
procesión de los caballeros legionarios y el cura se la restregaba por las principales
calles de la parroquia. Ahora el cardenal lo ha mandado al exilio, al párroco,
pero no a Barcelona, como pretendía
la socialista, sino que le ha prohibido pisar Cataluña al menos durante un
año; luego, ya veremos.
El motivo de la
imposición de la pena al exilio no ha sido la presión que sobre el clero haya
podido ejercer la alcaldesa de laPesoé, no. La razón de esta decisión de
monseñor Omella estriba en que a la
pastoral de los obispos catalanes apoyando la independencia de los catalibanes,
el párroco, infeliz él, sólo ante el peligro, les contestó a todos juntos con
una sencilla carta, que se puede resumir en un par de palabras: “caraduras”, “sinvergüenzas”.
¡Que el Señor coja “confesaos” a todos los catalanes que se consideran
españoles, que son muchísimos, y más todavía, si los catalibanes se hacen con
el poder nacional de allí!
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