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sábado, 10 de febrero de 2018

Desde el Mont Blanc, el absurdo


Que sí, que sí, convencido de que hay que salir de cuando en vez del pueblo. Se ven las cosas desde otra perspectiva, desde la otra que no es de esa pueblerina. Porque miren, así, en una primera salida, se mira la paletada de la portavoza podemita en el Congreso,  laseñáMontora, y dice uno ¡mecachis! Y ya está. Cómo es posible que esas cosas pasen y se haga de ellas una cuestión de fe, por parte de sus seguidores, o de apostasía, para los detractores.


Y lo peor, que salga el su hombre, elPabloManué y demuestre, por convencimiento, que no entiende nada de nada, que eso no se hace, que eso no se dice, que eso no se toca, pero que como la majadería la ha soltado la portavoza, eso está muy bien. A partir de este momento, las mujeres son libres, iguales a los hombres y de ahí a la supremacía femenina. Ya está aupada esta mujer, la su mujer, que de laMariló se sabe muy poco, que desde que la amenazó con azotarla hasta hacerla sangrar, anda la pobre perdida por el universo, huyendo de este y otros rufianes, que haberlos haylos.

Quiere laMontora, y con ella todos los podemitas, incluido el adicto a la cocacola, el enfermo  “encafeinao”, hacer de la parida portavoza una cuestión, ya digo, de fe. Realmente, lo que ocurrió es que se equivocó la paloma, vamos que no supo ni lo que estaba diciendo hasta cuando después de terminado su discurso le dio dolor, porque alguien y tras ese otros y luego muchos más la señalaron como analfabeta, pero de las de verdad.

La portavoza no quiso reconocer su error, hecho ignorancia, y quiso hacer creer que era algo meditado, que sabía lo que decía y las consecuencias. Pretendió ponerse a toda España por montera y lo único que consiguió fue quedar como una gran ignorante, pero de puro ignorante como una soberbia, pretendiendo plantar cara a los de la RAE, que estaban tan “aguztito” sin meterse con nadie.

Pues lo mismito sucede con los golpistas catalanes. Visto desde fuera, visto todo lo que han armado, dan pena. Entristece constatar desde fuera cómo todo un país, un gran país como es España, tenga que estar pendiente de las gilipolleces de estos separatistas y del subnormal que tienen por líder, elPuchi, el delincuente huido a Bélgica, al que desde Bruselas se le permite la estancia en ese país por el hecho de ser ciudadano de la Unión Europea, pero de nacionalidad española, y, dicho sea de paso, porque los belgas no han superado todavía lo de los Tercios.

Desde lo alto del Mont Blanc la perspectiva cambia. Ya lo creo que cambia. Los de aquí no entienden cómo todo un Estado ha podido permitir que los golpistas de elPuchi hayan llegado hasta donde han llegado, chuleando, día sí dia también, al Gobierno de uno de los países más potentes del mundo. Desde fuera no lo entienden y los de dentro desde fuera tampoco, cada vez menos. Como que no dan ganas de regresar.

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