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sábado, 17 de febrero de 2018

Las injurias del sacrílego pregón

Igual que afeábamos la conducta de los obispos catalanes por su apoyo a los golpistas o situarse al mismo nivel que ellos y perseguir los mismos fines despreciando a más de la mitad de la población de aquella comunidad autónoma, hay que reconocer ahora que la postura de la Conferencia Episcopal Española sobre el pregón de Carnaval en Santiago es la lógica y deseable. Igual que decimos una cosa decimos la otra. Lo cortés no quita lo valiente; aunque, este axioma no lo entiendan ni los monseñores catalufos ni los podemitas en general.
Están indignados los de la Conferencia Episcopal, porque el pregonero -un "sacrílego", un "injurioso"- de las Carnavales de Santiago de Compostela, uno que dice que es poeta y escritor, que desemboca con todo ello en el humor -que eso dicen-, un tal Carlos Santiago, la lio y provocó que muchos abandonaran el lugar donde el mensajero rebuznaba. Debía estar ese día muy "cabreao" con alguien y lo descargó con el señor Santiago. Se disfrazó del santo, que para eso era Carnaval. El santo, a juicio del humorista, tenía unos güevos como el caballo de Longinos, lo que no quita para que la Virgen -en general- fuera una puta y que la virgen Pilarica -en particular- le practicara felaciones al Santo Santiago.
¡Jopé, pues, miren, a mí es que no me llega la risa! Vamos que no le veo la gracia por parte alguna. Hombre, que eso mismo lo hubiera dicho de su mamá -¡que qué culpa tiene la "probe" de haber parido un atropo semejante!- tampoco sería gracioso; pero, al menos podríamos decir que se reía hasta de su sombra o de su santa madre, que para eso es suya
El clero, ya saben, está que bufa. No entienden los curas que se pueda ser tan irrespetuoso con las creencias de los demás, tan grosero y tan sinvergüenza tendríamos, además, que añadir. Aunque, ya se suponen por dónde le soplan los aires a este juglar de pacotilla. Es de esos que confunden la velocidad con el tocino o las churras con las merinas, como su jefe elPabloManué. Eso, eso es lo que es el insensato, un podemita que, parapetado tras el escudo de la libertad de expresión, oculta su ignorancia, su mala prosapia, su majadería, su desvergüenza y su falta de respeto hacia el prójimo, hacia las creencias de los demás. ¡De donde no hay, no se puede sacar!
Ni que decir tiene que el alcalde de la localidad compostelana, por supuesto podemita, otro tal Martiño Noriega, defiende al analfabeto que se hace considerar literato. Claro, claro, el pregón estuvo "enmarcado dentro de la sátira y la crítica" y dentro de los "límites del humor" y de la libertad de expresión. Es que, como se ve, el alcalde Noriega es el que marca ahora los límites de ambas cosas: del humor y de la expresión, llamada libertad. ¡Quién lo "oyera" al alcalde si el pregón del literato hubiera estado dirigido a sus progenitores!
Es que aquí hay que aguantar a mucho inepto voceras, a cada cual más imbécil. Lo raro es que los aragoneses se han quedado tan panchos. Le insultan a la su "Pilarica" y como el que oye llover. Acaso sea eso de que no hay mayor desprecio que no hacer aprecio. Puede. Aunque, si eso hubiera sucedido con la santiña de los asturianos, otro gallo nos hubiera cantado. Seguro que paraban en seco al literato, a la madre que lo parió y al alcalde de Santiago de Compostela, cuyos vecinos no se lo merecen; aunque, a decir verdad, si lo votaron, que lo aguanten.

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