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sábado, 3 de febrero de 2018

Los otros procesos


Son los otros procesos –que no “procés”-, los que parecía que no existían, a os que parecía que ni le llegaba la hora; pero, el tiempo vuela. Ya están ahí. Van llegando despacito, despacito, como la canción, pero, al igual que la música, de manera insistente, machacona, lenta, sí, pero sin pausa. Pasarán por la Justicia todos aquellos que veíamos manejarse con desenvoltura, con osadía y hasta con cara dura, esos a los que, creíamos, para mayor escarnio, que eran capaces de situarse por encima de la Ley.


Pero, como dice el dicho, a todo marranico le llega su SanMartín, con perdón de los animalistas y si no también. Son aquellos mocetes de laInvencible que se pasaron todas las órdenes de la jueza y por el forro, públicamente, en el referéndum del UnoaCero. Son los que permitieron colocar las urnas, los que avisaban a los independentistas de los movimientos de la Policía Nacional y la Guardia Civil, los que impidieron a los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado cumplir con su cometido para impedir la celebración de un referéndum declarado ilegal, cuando no, incluso, se enfrentaron a ellas.

Todos esos agentes de los mocetes–de momento, más de trescientos- habrán de pasar por los tribunales. Todos ellos, lo más probable, es que sean expulsados de laInvencible, además de tener que afrontar sus responsabilidades penales. Pero también los habrá que deberán ser depurados dentro del propio cuerpo, sin necesidad de pasar por los juzgados, con expedientes sancionadores, con suspensiones de empleo y sueldo y, mismamente, con la expulsión del cuerpo.

Quizá lo más perentorio sea retirar de sus cargos a los mandos “golpistas”, que han jurado para sí apoyar a los golpistas antes –o nunca- que a la Constitución, y son muchos esos agentes –todos ellos bajo el manto de Trapero y el exconsejro From, actualmente embarrotado- que ostentan empleos y ocupan lugares estratégicos, que impiden constantemente que puedan ascender o promocionar los leales al Estado. Pero estas medidas internas, urgentes, por favor, que no estén encomendadas al delegado del Gobierno en Cataluña, Enrique Millo. El delegado gubernativo perdió toda confianza ante la sociedad –tampoco es que estuviera sobrado de ella- cuando acudió a la teuve golpista TV3 a pedir perdón por las intervenciones de guardias civiles y policías nacionales en el referéndum del UnoaCero. Este es el día en que todavía no ha pedido perdón el delegado por la aberración que cometió; de hecho, tenía que haber dimitido en  aquel mismo instante.

Hay, no obstante, otros procesos que están por llegar, y que los veremos. Se trata de los que se les avecinan a aquellos civiles que, con sus comportamientos, impidieron la normal actuación de los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad en ese día de las urnas y anteriores y posteriores al mismo, como, por ejemplo el “desmadre” a la puerta de la consejería de Economía, la de elJunqueras, y el destrozo de los vehículos policiales.

Otros procesos serán los que tengan los bomberos –que apaguen ahora el fuego-, esos hombres que se creyeron valientes –ciertamente deleznables y ofensivos para toda España- y sólo fueron grandes colaboradores de los golpistas. Otros más  a sufrir las consecuencias de sus actuaciones han de ser, sin duda, los agricultores que con sus “pancers” interrumpieron  y cortaron el tráfico en las carreteras; esos agricultores secesionistas que viven gracias a los fondos de la Política Agria Común, la PAC, y que los reciben por ser de España, pero que tienen todo lo que se requiere para ser golpistas. Otros que la maman, como Pepe Guardiola, Javi, el marido de Shakira y, más recientemente, el secesionista Alfredo, que representará a España en el Festival de Eurovisión.

Tampoco se le pasará por alto a los jueces el comportamiento –y en su caso delito- de los padres que utilizaron a sus hijos pequeños colocándolos en el asfalto para cortar las carreteras durante las jornadas de huelga. Esos miserables padres se merecen un buen escarmiento por parte de la Justicia, incluso que queden desposeídos de la custodia y patria potestad de los pequeños. Son un mal ejemplo para los niños.

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