Cada
día nos trae un nuevo amanecer. De cajón, seguro. Pero mejor eso que
encontrarnos con cantidad de chuminadas, oigan, que es cada día haberlas haylas
más. La última, la que nos faltaba, la de los bomberos toreros catalanes ellos.
Para entrar a formar plantilla de los apaga fuegos de la Generalidad hay que estar en posesión, al menos, del certificado
que acredite que el aspirante sabe hablar el catalán a la altura del nivel de
un nativo de la tribu.
O
sea que, como en Baleares, si no
sabes no te presentes. Eso de lo de si bebes, no conduzcas. Lo revuelve “estóamagos”
es que ellos pueden presentarse en cualquier parte de España, con los mismos méritos que cualquiera. Porque todavía, con
eso del “buenismo” que nos caracteriza a los demás ante lahijoputez de los
nacionalistas, secesionistas y golpistas, y por el qué dirán, van y les dan las
plazas a estos. ¡Que no “haiga” discriminación! Así, vamos a cualquier
administración de, ponemos por caso que hablamos de Castilla y León, y nos encontramos –por poner otro ejemplo- que en
la Enseñanza hay profesores
provenientes de comunidades autónomas tales como la catalana, la gallega y la
vascuence, sin ningún otro mérito que aprobar una oposición, a saber cómo, que
esa es otra.
A
los aspirantes a profesor en esas tres comunidades autónomas, pongamos, por
ejemplo, que es un paisano de Castilla y León, de entrada, se le exige un
conocimiento “equix” de la lengua respectiva. Aún teniendo ese conocimiento, y
por el mero hecho de no ser nativo de allí, se le corta de cuajo la carrera. Lo
que no sucede en los casos viceversa. Los castellanos se quedan sin puesto de
trabajo en uno y en otro “confin”, pero no porque no valgan para ejercitarlo profesionalmente
como el que más, sino por gilipollas, por la gilipollez, pongamos, de los
políticos y el Gobierno de Castilla y León.
Si
indignante resulta todo el proceso de desigualdad de oportunidades, más aún
cuando en el caso concreto de los bomberos de la Generalidad, que tenía que ser
un cuerpo que, al igual que el de los Mocetes
de laEscuadra, tendría que estar disuelto, por su colaboración en el Golpe de Estado, por su apoyo descarado
a los independentistas y separatistas. Por si fuera poco, y más agravante
todavía, por su comportamiento facineroso, acudiendo a las urgencias con los camiones
– adquiridos con el dinero de todos los españoles- decorados con la bandera
estrellada y desatendiendo a los ciudadanos que no se mostraban separatistas.
Y, ahora esto, ante la pasividad de la existencia del 155, es decir de las
personas que tienen que aplicarlo.
Si
es que, coño, el personal se está cansando ya de tanta permisividad, de tanto
delito consentido y de atisbar que algo se cuece en Dinamarca. Y, si no, al tiempo. Porque, hombre, cuando el juez Llarena comenzó a enchironar a golpistas,
asemejaba que todo iba a transcurrir miel sobre hojuelas. Pero, resulta que por
el tribunal de Llarena se paseó, poco más o menos, laForcadell, al igual que Marta
Rovira y, más recientemente, Arturo Mas
y la expresidenta de la AMI –la
asociación de los municipios independentistas-, y esto ya no gusta; más bien,
desagrada. Menos mal que todavía nos quedan Tabarnia y Marta Sánchez,
porque de la palabra mejor no hablar.
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