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viernes, 20 de abril de 2018

ETA: algo huele a podrido en Dinamarca

Si no fuera porque hay mucho dolor, sufrimiento y lágrimas de por medio, el comunicado de los asesinos etarras sería para leerlo, desternillarse y después arrojarlo a la basura. Hombre, que es que ya está bien lo de esta gentuza. Piden perdón, pero sólo a una parte de las víctimas, las que no estaban influidas por el "conflicto", a las demás que les den, y acaban equiparando a los muertos etarras con sus víctimas. Eso sí, continúan hablando del "conflicto", como si aquí hubiera habido una guerra; lo único que se ha producido durante décadas es algo muy distinto: asesinatos
Ochocientas personas han muerto a cuenta de la violencia etarra, una violencia vil, brutal y en la mayoría de los casos traicionera. Quieren los asesinos distinguir entre las víctimas malas y las víctimas buenas. Éstas últimas, por ejemplo, los niños, a los que el estudio encargado por Urcullu a la Universidad consideraba las víctimas colaterales; las otras, las malas, todas las demás. En total, entre unas y otras ochocientas personas -que no hay que olvidar el número- asesinadas, entre las que no se incluyen las que mataron y no reconocieron como suyas, que haberlas haylas.
Están buscando los asesinos etarras, junto con sus socios de Bildu, blanquear la historia negra y sangrienta de estos violentos sin piedad y equipararse a los demás ciudadanos de bien y justificar el origen de su violencia en el bombardeo de Guernica. Lo que les digo, si no fueran las dramáticas consecuencias originadas por estos malvados la cosa parecería una broma, la que no dejaría, sin embargo, de ser ridícula. También anunciaron el desarme de la banda. Mentira. Nadie los cree ya; la verdad es que nunca nadie los ha creído. Ni los suyos.
Coincidiendo con este anuncio etarra, queda patente, una vez más, que los caminos del Señor son inescrutables y que el mismo Señor escribe, a veces, recto con los renglones torcidos, dependiendo de a favor de quién. Pues, ya digo, coincidencia, los obispos de las tres provincias vascas y Navarra han emitido igualmente un comunicado en el que piden perdón por "sus complicidades y ambigüedades" frente a ETA.
A estos, a los obispos, ya les vale, apoyando, defendiendo y escondiendo asesinos, y ahora, después de varias décadas se dan cuenta de que lo estaban haciendo mal o que no lo hacían bien. A ver. Aprovechando la situación, los obispos, en toda su santidad, consideran que hay que ayudar a las familias de los etarras, que sufren, igual que decían Urcullu y el podemita elPabloManué. Pero, se atreven a más todavía los obispos: creen que es momento de acercar a los presos etarras a las prisiones del norte, para que estén cerca de sus familiares y amigos, que repito, dicen que sufren. Como si no sufrieran las familias de los asesinados por los desalmados. Las familias de las víctimas no pueden ver a sus seres queridos; se tienen que conformar con llevarles un ramo de flores y colocarlo en la tumba donde están enterrados, porque están muertos, porque los asesinaron los etarras.
Curiosamente, otra coincidencia se ha producido, casi a la vez que el comunicado de ETA y de los obispos. Los impresentables peneuvistas, aspirantes todos ellos a independentistas, ya no se muestran tan reacios a la aprobación de los Presupuesto Generales del Estado. ¡Vaya, hombre, meses y meses de retraso por su culpa en las cuentas del Estado! Curioso, curioso. Van y dicen que ya no presentan un problema y que si los apoyan, los Presupuestos, es cambiando de estrategia: antes, no, hasta que se levantara el 155 en Cataluña; ahora, sí, para ver si eso ayuda a levantar el 155.
¡Amos anda! Que se piensan que somos tontos, pese a que el Gobierno de elPresiRajoy diga lo contrario, ya veremos si en un futuro no muy lejano se comienza a enviar a los presos etarras a prisiones de las provincias vascas y, es más, se le otorga al gobierno vasco la custodia de las prisiones de allí. O, si acaso, se les llenan los bolsillos a los vascos de un maná de tres mil millones más, además de los del "cupo", claro. Entonces, habría que reconocer que ya eran demasiadas las casualidades. O más, claro: algo huele a podrido en Dinamarca.

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