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domingo, 19 de mayo de 2019

Bochornoso y denigrante espectáculo

Esto ya parece un pitorreo. Los del Tribunal Supremo le pasan la pelota a las mesas del Congreso y del Senado, respectivamente, la responsabilidad de decidir si los golpistas -5golpistas5-, que están siendo juzgados por rebelión y otros delitos deben ser suspendidos en sus funciones como parlamentarios. Esto es como el querer mear y no echar gota. Escandaloso resulta ya a ojos vista el mero hecho -el gravísimo hecho- de que se puedan presentar como elegibles a unas elecciones; algunos lo fueron también al Parlamento catalán y se han permitido el lujo de dimitir de allí para presentarse a las Cortes españolas.
Un pitorreo, ya digo. A unos chorizos, presos, acusados de rebelión, de sedición y malversación de dinero público se les permite presentarse a unas elecciones -cuando no a dos o tres-, a dar ruedas de prensa desde la cárcel, a que acudan -mañana mismo- a recoger sus actas de diputados y a que asistan a la sesión constitutiva del Congreso y Senado al día siguiente, es toda una aberración pública.
Entre ellos se lo guisan y entre ellos se lo comen. Lo más lógico -pueda ser o no legal- es que a estos tipos se les suspenda de todas sus funciones públicas en el momento mismo en que son hechos prisioneros; después, que venga lo que tenga que venir. Pero es que ni nada ni nadie ha estado por esa labor; nada ni nadie de los poderes del Estado: ni el Ejecutivo, ni el Legislativo, ni el Judicial. Por eso, lo de ellos se lo guisan y ellos se lo comen. 
Ahora son los jueces, el Tribunal Supremo, quienes se quieren lavar las manos, como Poncio Pilatos, para que sean, respectivamente, las mesas del Congreso y del Senado las que decidan sobre el futuro de los parlamentarios. Si deben o no, o si pueden o no continuar ejerciendo como tales, una vez hayan jurado o prometido la Constitución, que esa es otra: atacaron directamente a la Constitución, es decir el orden establecido y ahora vana a acudir al Congreso y Senado a cualquier cosa, es decir a soltar cualquier exabrupto, que les darán por válido, contra la Constitución.
Como para fiarse de los unos y de los otros y de los de más allá. O sea que los jueces se lo pasan a los políticos de las mesas y las mesas estarán presididas por socialistas catalanes, que ha colocado ahí Sánchez, para, pese a todo, congraciarse y seguir dialogando con los golpistas. La propuesta de fray Bailón, al que los golpistas vetaron prácticamente a patadas, se queda para atrás. A Sánchez le da igual la putada de los golpistas, despreciando a uno de sus mejores amigos y consejero, fray Bailón, que es el que dio la cara para pedir los indultos de los golpistas y un referéndum legal y vinculante para dentro de diez años.
Al fin y al cabo, todo lo relatado no deja de ser un bochornoso y más que denigrante espectáculo de la Justicia y del Gobierno, principalmente. De vergüenza ajena, lo que evidencia que el pueblo, que es el que vota y, ojo, no lo olvidemos, el que paga económicamente, les importa, realmente, un huevo. El que tengamos que sufrir y padecer todos estos desmanes no tiene nombre. Como no lo tiene tampoco el que se permita desde la Unión Europea la presentación a las elecciones al Parlamento Europeo -y que España consienta- a un golpista -un chorizo- fugado de la Justicia española, para que represente en ese Parlamento a la ciudadanía española. No tiene nombre, ni gracia alguna.

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