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domingo, 7 de julio de 2019

Secuestro, no escrache, en el día del Orgullo

Para empezar: todavía no me explico por qué tiene que haber una fiesta del Orgullo gay, y que sea considerada casi casi como oficial de las instituciones. Hoy en día ser gay no es nada novedoso o algo que llame la atención de los que no lo somos. El ser gay es normal para quien lo es, como el que no lo es vea normal su existencia. Lo cual nos lleva a pensar o a concluir si  tiene o no  sentido la celebración de la susodicha fiesta del Orgullo gay. Porque, coñe, hay que empezar a plantearse si es que los que no somos gays somos tontos, o empezar a preparar otra movida del Orgullo de no ser gay. Pero, ni lo uno ni lo otro.
En fin, que el que quiera que celebre lo que le venga en gana. Pero, dentro de un orden, como es lo habitual y lo más racional y normal. A estas alturas no nos escandalizamos por el hecho de que haya gays y que ellos no se avergüencen de serlo. Todo de lo más normal. Lo que no se puede hacer, ni cabe, es utilizar esos festejos y movidas para arremeter contra los demás, como fue el caso en Madrid contra los militantes de Ciudadanos, que, en vez de pasárselo bien en la fiesta del Orgullo, sufrieron un verdadero infierno.
No es de extrañar, por tanto, que la diputada de Ciudadanos haya pedido la dimisión inmediata del ministro de los Interiores, el socialista Marlaska, que ni hizo nada para prevenir los ataques a los de Ciudadanos, ni, a lo que parece, tampoco va a hacer nada para aclarar los hechos y llevar ante la Justicia a los violentos que la emprendieron contra el grupo de Ciudadanos, que recibieron escupitajos, insultos y hasta botellazos con orines. Y eso, señor ministro, no se puede permitir. Como no se puede permitir lo sucedido en el ayuntamiento de Pamplona, donde los etarras y peneuvistas agredieron a policías municipales y a todo el que se les puso por delante en su intento de colocar una bandera vasca en el balcón principal de la Corporación municipal. El alcalde lo había prohibido y los policías cumplían con la obligación de impedírselo.
Actos como estos no pueden quedar impunes. EL Gobierno de Sánchez debe reaccionar y, por un lado, impedir que se lleven a efecto y, por otro, si se producen buscar a los culpables y hacerles "pagar" por su incumplimiento de la ley a todos aquellos que han puesto en peligro la convivencia y han creado una alarma social.
Pero, claro, lo más grave es cuando seguidores del partido de laPesoé -el del Gobierno, de los de Sánchez- y los de la extrema izquierda podemikta de Iglesias son los que han provocado todos esos disturbios. Eso lo saben hacer muy bien pesoístas y podemiktas unidos/as, o por separado: mover a unos cuantos energúmenos, que saben que no les va a pasar nada, para crear el malestar en las calles, que se piensan que son suyas. Son, realmente, unos incautos, unos chiquilicuatres, inducidos por los otros al odio.
Metieron a los Ciudadanos en una "ratonera". Realmente pasaron miedo Arrimadas y compañía durante las dos horas -¡demasiado, no!- en que los radicales mantuvieron retenidos, prácticamente secuestrados -nada de escrache- a los de Rivera, hasta que pudieron ser rescatados por la policía municipal.
Sánchez y Marlaska están obligados a dar una explicación. Sus forofos se pasaron, como se pasaron los más que ineptos seguidores podemiktas de extrema izquierda de Iglesias. Pero, mucho ojito, cuidado, que en Grecia los izquierdosos se han llevado un buen varapalo. Las cosas pueden empezar a cambiar aquí también.
 

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